El primer experimento con embriones humanos clónicos no tiene utilidad terapéutica
La empresa norteamericana Advanced Cell Technology (ACT) anunció el 25 de noviembre que había logrado la primera clonación de seres humanos. Los embriones obtenidos no vivieron más de tres días. ACT asegura que no pretende realizar clonación reproductiva, sino solo extraer de los embriones clónicos células madre que, por ser genéticamente idénticas a los pacientes de los que proceden, se puedan usar para regenerar tejidos enfermos sin riesgo de rechazo. El experimento ha causado conmoción y provocado un alud de comentarios, pero en realidad carece de interés terapéutico: es más bien una clonación publicitaria. En cambio, las células madre no embrionarias ofrecen ya muchas más promesas y algunas realidades.
Ya en 1998, un equipo de científicos coreanos afirmó haber obtenido embriones humanos clónicos (ver servicio 4/99). Pero el experimento nunca se publicó en revista científica alguna, por lo que no se ha podido comprobar.
El experimento de ACT apareció el 25 de noviembre en Internet, en la revista digital Journal of Regenerative Medicine. Según el artículo, se emplearon 71 óvulos donados por voluntarias que fueron sometidas a estimulación ovárica. La técnica empleada para la clonación es la ya conocida de transferencia nuclear, con la que se obtuvo la oveja Dolly: consiste en sustituir el núcleo del óvulo por el de una célula del individuo que se quiere clonar. ACT introdujo núcleos de células cutáneas de los pacientes. Logró así 19 embriones, de los que dejó que tres se desarrollaran hasta el estadio de seis células.
De ninguno de esos embriones se han extraído células madre, pues estas no aparecen hasta la fase de blastocisto, cuando el embrión tiene un centenar de células. De modo que no se ha realizado ensayo clínico alguno. A la vista de las reacciones que ha provocado, tal vez ACT haya roto un tabú, pero no ha avanzado en terapia experimental alguna. Tampoco ha innovado nada en lo que se refiere a las técnicas de clonación.
Publicación apresurada
Por eso algunos investigadores han manifestado sorpresa por la rápida publicación de unos trabajos que han dado resultados científicos tan pobres. También ha despertado suspicacia el modo de airear el experimento de cara al público. ACT ha concedido exclusivas especiales al semanario popular U.S. News & World Report, que la dio en su número del 26-XI-2001, y a Scientific American, que la publicará en enero. Para los críticos, esta manera de proceder es muestra de un interés comercial más que científico por parte de la empresa.
Estas tácticas no son nuevas en ACT. En 1998, la misma empresa anunció que había realizado la primera clonación de células embrionarias humanas, al transferir un núcleo de célula somática humana a un óvulo de vaca previamente enucleado. Uno de los aspectos más llamativos del experimento es que no fue publicado en una revista científica, sino en la portada del diario The New York Times (ver servicio 52/00).
Por todo ello, la empresa ha sido objeto de diversas críticas. Ian Wilmut (Instituto Roslin, de Edimburgo), el director del equipo que creó a Dolly, ha dicho del experimento: «Por lo que respecta al progreso en la clonación humana, es bastante irrelevante, y que lo hayan anunciado parece indicar que necesitan publicidad para refinanciarse. Para conseguir que un óvulo no fecundado al que se ha extraído el núcleo se divida hasta la fase de seis células no hace falta siquiera insertar el núcleo de otra célula, si se lo somete a las condiciones oportunas. El que, de hecho, no lo desarrollasen más allá indica que es un ensayo bastante pobre» (Diario Médico, 28-XI-2001).
Experimentos, no terapias
También se ha pronunciado al respecto Alexander Morgan Capron (Universidad del Sur de California). El hecho de que los investigadores de ACT suspendieran el desarrollo de los clones en la fase de seis células, dice a Diario Médico (28-XI-2001), «contradice de plano su anuncio de que están en condiciones de conseguir material para trasplantes». Y añade: «Hicieron hincapié en que habían interrumpido el desarrollo para que la gente centrase el debate en la clonación reproductiva, lo que hace pasar inadvertido el hecho de que no han logrado ningún avance científico de utilidad». En suma, «ACT ha manipulado de modo muy inteligente a los medios de comunicación para hacerles creer que ha conseguido un avance científico que no era tal».
Así pues, la llamada clonación «terapéutica» es más bien todavía clonación «experimental», como señaló The Daily Telegraph cuando el gobierno británico anunció que autorizaría los ensayos con embriones clónicos para extraer de ellos células madre (ver servicio 112/00). «La clonación terapéutica no existe -decía el diario londinense en un editorial (17-VIII-2000)-. Dicho de otro modo: si mañana se legalizara la investigación con embriones clónicos, no por eso sería curada una sola persona de diabetes, insuficiencia cardiaca o enfermedad alguna. Ningún sufrimiento humano sería aliviado». Algunos «lobbiescientíficos», añadía, transmiten una imagen falsa, según la cual «hay hombres y mujeres cuyos sufrimientos podrían ser drásticamente aliviados por benévolos científicos, si no fuera por las teorías abstractas de fundamentalistas sin corazón». En realidad, «es engañoso llamar terapéuticos a los experimentos con embriones clónicos. Lo que el informe Donaldson [el dictamen en que el gobierno británico basó su decisión] realmente pretende que se legalice es la clonación experimental, que causaría directamente la muerte de embriones clónicos al extraerles células progenitoras para investigar con ellas».
Células que ya curan
En cambio, los trabajos con células madre no embrionarias (procedentes de pacientes adultos, de cordón umbilical o de placenta) no son solo experimentales, sino que ya tienen aplicaciones terapéuticas efectivas. Se pueden citar varios casos de tratamientos que han tenido éxito.
El primero ocurrió en Francia en abril del año pasado. A dos bebés con un defecto genético que les ocasionaba una severa inmunodeficiencia les extrajeron células madre de la médula ósea. Se cultivaron las células, se reemplazó el gen defectuoso y se transfirieron de nuevo a los niños (ver servicio 114/00). Cuatro meses más tarde, The Lancet publicó otro éxito: se curó un lupus sistémico (una grave enfermedad autoinmune, hasta ahora incurable) utilizando células madre de la médula ósea del propio paciente (ibid.).
En el último congreso de la Asociación Americana del Corazón (Nueva Orleans, noviembre de 2000), un equipo del hospital Bichet (París) presentó la primera experiencia clínica de autotrasplante de mioblastos (células musculares inmaduras), cultivados en laboratorio, en un paciente de 72 años con isquemia cardiaca. La situación clínica del enfermo mejoró objetivamente (ver servicio 57/01). Un caso más de este tipo se ha conocido este año. Médicos de la Universidad de Düsseldorf consiguieron una mejora importante en un hombre que había padecido un infarto agudo de miocardio, injertándole células madre obtenidas de su propia médula ósea (ver servicio 112/01).
También se ha logrado algún éxito con células madre tomadas de la placenta. En Gran Bretaña, unos médicos del Hospital General Tyne de Newcastle trataron a un niño nacido con granulomatosis crónica, un trastorno congénito de la sangre que ocasiona síndromes graves, como inflamación intestinal y neumonía, y reduce la esperanza de vida a veinte años (ver servicio 136/01). Una hermana menor resultó ser genéticamente compatible con el niño, pero los médicos no tuvieron necesidad de esperar a que ella creciera para que pudiera donar médula a su hermano. Cuando nació la niña, tomaron células madre de la placenta, que, implantadas en el organismo del hermano, se diferenciaron y empezaron a sustituir a las células defectuosas.
Como se ve, las células madre no embrionarias evitan el riesgo de rechazo cuando proceden del mismo paciente o de un donante genéticamente compatible. Crear embriones clónicos no es, pues, la única solución.
Rápidos progresos
Además, en el campo experimental se han conseguido notables avances con las células madre adultas. Para tener una visión general y conocer los principales logros se puede consultar dos servicios de Aceprensa: Curar enfermedades sin utilizar embriones, de Vicente Bellver Capella (114/00), y Las grandes promesas de la medicina reparadora, de Justo Aznar (57/01).
La investigación pionera fue la del equipo dirigido por el neurobiólogo italiano Angelo Vescovi (Instituto Nacional de Neurología de Milán), publicada en 1999. Hasta ese momento, se sabía de la existencia de células madre en el cuerpo de los seres humanos adultos, pero no se conseguía cultivar esas células en el laboratorio manteniéndolas en un estadio de indiferenciación, y además se pensaba que esas células solo tendrían la capacidad de convertirse en células del tejido del que habían sido obtenidas. El trabajo de Vescovi acabó con esos dos obstáculos: consiguió cultivar células madre de tejido nervioso en el laboratorio y también consiguió que se transformaran en células sanguíneas.
En la estela de este trabajo empezaron a sucederse rápidamente otros. A partir de células madre de médula ósea se obtuvieron primero células de hueso, de cartílago y de grasa, y más tarde neuronas inmaduras y células de músculo cardiaco. Posteriormente se encontraron células madre en el páncreas, que sirvieron para curar diabetes en ratones de laboratorio. Se ha descubierto, en fin, que existen células madre en otros tejidos u órganos humanos: piel, hígado, cerebro, músculo, retina, sangre, córnea, grasa, pulpa dental… De las diversas células madre halladas se han obtenido, además de las citadas, células de músculo, neuronas maduras, otros tipos de células sanguíneas, células del tejido venoso…
Potencial terapéutico
Todas estas investigaciones muestran el potencial terapéutico de las células madre adultas. En diversas experiencias se ha comprobado que las células madre de un determinado tejido pueden unirse a ese mismo tejido dañado y desarrollarse hacia células adultas sanas, tanto cuando se inyectan directamente en el tejido, como cuando se introducen indirectamente a través del sistema circulatorio. Por ejemplo, células madre nerviosas cultivadas se pueden trasplantar al sistema nervioso central, donde se diferencian hacia neuronas maduras. Lo mismo se ha conseguido con células de músculo, que -transferidas a un tejido muscular dañado- se transforman en células musculares adultas sanas, fusionándose con las originales dañadas y regenerándolas.
Cabe incluso que se pueda ampliar las fuentes de células madre en el organismo adulto desdiferenciando células somáticas maduras para transformarlas en células madre, que puedan ser cultivadas para obtener células de su propio tejido o de otro. Ya se ha hecho un primer experimento: investigadores de la empresa PPL Therapeutics -los creadores de Dolly, junto con los científicos del Instituto Roslin- han logrado convertir células de piel de vaca en células madre que, cultivadas, han dado células de músculo cardiaco (ver servicio 35/01).
En fin, hasta el momento las células madre adultas dan más resultados que las embrionarias. La prisa de algunos por clonar seres humanos no se justifica por la utilidad terapéutica.
ACEPRENSACélulas embrionarias o adultas: ¿cuáles son mejores?
Si se comparan los trabajos con células madres embrionarias y los que emplean células madre adultas, ¿hacia qué lado se inclina la balanza? A esta cuestión responde el biólogo Vicente Franch Meneu en una obra colectiva recién publicada, Manual de Bioética (Ariel), pp. 356-361 (ver referencia abajo, en «Para saber más»).
Para justificar la investigación con embriones, dice Franch, se alega que las células madre embrionarias tienen mayor potencial terapéutico que las adultas. «Este argumento es puramente especulativo, y los hechos científicos cada vez apuntan más en sentido contrario».
En primer lugar, «el proceso de obtención de las células madre embrionarias es mucho más complicado». Requiere los siguientes pasos: donación de óvulos, extracción de óvulos, fecundación in vitro, obtención de la masa celular interna y mantenimiento del cultivo celular. «Si se acude a utilizar embriones congelados sobrantes de la FIV se evitan los tres primeros pasos, pero la descongelación de embriones representa un paso crítico. Si se recurriera a la técnica de la clonación, el proceso es aún más complicado».
En cambio, la obtención de células madre no embrionarias es mucho más directa. En algunos de los tejidos donde se hallan, la mayor dificultad está en su reducido número. Esto se puede solucionar recurriendo a la sangre que se encuentra en la placenta, rica en estas células.
El siguiente paso es cultivar las células madre: ¿con cuál de los dos tipos es más fácil? «Hasta hace poco tiempo se pensaba que la proliferación en cultivo era más efectiva para las células madre embrionarias (…). Pero esta teórica ventaja parece recortarse porque recientemente se han identificado algunos mecanismos que permiten la proliferación rápida e indefinida de los cultivos de células madre de tejidos maduros». A la vez, «los cultivos de células madre embrionarias no proliferan tan fácilmente como se pensaba y resulta muy difícil dirigir su especialización en un sentido determinado, es decir, son ‘demasiado’ pluripotentes y más bien dan lugar a masas celulares indiferenciadas con alto riesgo de formar tumores una vez implantadas».
A continuación, Franch hace un repaso de las aplicaciones clínicas halladas para las células madre adultas, así como de los trabajos experimentales más destacados. Y termina planteando si estas células pueden equipararse a las embrionarias en cuanto a la diversidad de tejidos que cabe obtener de ellas. En principio, dice, la ventaja parece estar del lado de las células procedentes de embriones, pluripotentes (dan lugar a cualquier clase de tejido), mientras que las adultas son solo multipotentes (cada clase de estas células da lugar a un limitado número de tejidos). Sin embargo, «se han realizado importantes descubrimientos en los últimos meses que nos llevan a afirmar que las células madre maduras tienen una potencialidad de especialización semejante a las células madre embrionarias». Así, «la enorme plasticidad de las células madre no embrionarias ha llevado incluso a replantear los fundamentos teóricos de la especialización celular».
De hecho, «numerosos trabajos han demostrado la posibilidad de utilizar células madre maduras de un tejido determinado para regenerar otros tejidos totalmente distintos». Las investigaciones actuales se dirigen en especial a las células madre más accesibles: las de la sangre -incluida la del cordón umbilical- y las de la médula ósea, que además parecen tener la mayor versatilidad. «También se ha comprobado que una fuente inesperada y abundante de células madre es el tejido adiposo. En efecto, en este tejido se pueden aislar células madre que pueden dar lugar a la formación de hueso».
Células políticamente incorrectas
A parecidas conclusiones llega un artículo publicado en Technology Review (noviembre 2001), revista del MIT (ver servicio 152/01). El autor, Stephen S. Hall, resume las últimas investigaciones y concluye que las células madre adultas «tienen mucha más versatilidad biológica y son capaces de diferenciarse en muchos más tipos de células de lo que nadie había pensado». Aunque tienen menor capacidad de diferenciarse que las embrionarias, son más seguras y «parecen mejor programadas para lograr precisamente lo que se busca» en un caso determinado, dice un investigador citado en el artículo.
El hecho es que, hoy por hoy, los estudios con las células adultas llevan la delantera. «En el implacable crisol de los ensayos clínicos -escribe Hall-, donde las posibilidades terapéuticas se enfrentan a la variable realidad del cuerpo humano, las células madre adultas ya están siendo puestas a prueba, mientras que para empezar a usar células madre embrionarias en seres humanos faltan quizá de tres a cinco años».
Especialmente abundantes y prometedoras son las células madre de médula ósea. Es posible que algunas de estas células, llamadas mesenquimáticas, resuelvan el problema del rechazo. La empresa norteamericana Osiris ha descubierto que tales células -capaces de formar hueso, cartílago, músculo, tendones y algunos tejidos más- están desprovistas de los marcadores moleculares que desencadenan el rechazo, e incluso parece que segregan una sustancia que inhibe la respuesta inmunológica. Si esto se confirmara, se dispondría de una fuente de células madre de uso universal: no haría falta que procedieran del mismo paciente.
Curiosamente, señala el artículo, los progresos logrados con las células madre adultas han recibido poca publicidad, en comparación con lo mucho que se habla de las posibilidades de las células embrionarias. Hall cree que la causa de esto es extracientífica: «Para muchos investigadores, ha llegado a ser casi políticamente incorrecto hablar con llano entusiasmo de los estudios sobre células madre adultas: no porque no sean prometedores, sino porque tales elogios inevitablemente son armas en manos de los contrarios a la investigación con células embrionarias».
Para saber más
Vicente Bellver Capella. ¿Clonar? Ética y derecho ante la clonación humana. Comares. Granada (2000). 199 págs. 2.200 ptas. / 13,22 euros.
Gloria María Tomás Garrido (coord.). Manual de Bioética. Ariel. Barcelona (2001). 479 págs. 3.993 ptas. / 24 euros.