GEO 2000, la evaluación más documentada del medio ambiente mundial
La pobreza de gran parte de los habitantes del planeta y el consumo excesivo de una minoría son las dos causas principales de la degradación ambiental, afirma el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su último informe, GEO 2000: «Perspectivas del Medio Ambiente Mundial 2000» (1). Si no se corrigen esas tendencias, muchos logros y mejoras ambientales pueden verse seriamente afectados.
La ONU tiene la reputación de que, a falta de solucionar los problemas, se dedica a publicar informes sobre ellos. El medio ambiente no es una excepción a esta regla. Pero GEO 2000 es la publicación más emblemática del PNUMA, y se basa en información suministrada por más de 30 instituciones ambientales. En este informe presenta un análisis del estado del medio ambiente mundial, examinando en las diversas regiones las tendencias actuales más significativas y las políticas ambientales alternativas para cada continente.
África: pobreza y urbanización
En África, la pobreza es la principal «causa y consecuencia» del deterioro ambiental. Entre los mayores problemas están la deforestación, la desertización, la pérdida de biodiversidad y la falta de agua. Un fenómeno destacado es la creciente urbanización, que también provoca los problemas ambientales típicos de las áreas urbanas. En 1996, la población urbana representaba el 39% y se estima que en el año 2010 por lo menos el 43% de la población vivirá en ciudades.
Aunque las políticas propuestas difieren entre las distintas subregiones, un elemento común es la «ordenación integrada de los recursos de la tierra y el agua». Las políticas alternativas relativas a la tierra giran alrededor de la «reforma de los derechos de tenencia», base de la supervivencia para la mayoría de los africanos: la agricultura aporta cerca del 40% del PIB y emplea a más del 60% de la fuerza de trabajo, según el Banco Mundial. La mejor redistribución de la tierra y de los sistemas desfavorables de propiedad y tenencia es una tarea nada fácil, como reconoce la ONU.
La cooperación intrarregional es también «importante» con respecto a los recursos hídricos. África utiliza únicamente el 4% de sus recursos de agua dulce renovables, fundamentalmente por la falta de infraestructuras y de inversiones destinadas a la explotación del agua. Sin embargo, posee «abundantes recursos» de agua dulce en grandes ríos y lagos, como las cuencas del Congo, Nilo y Zambeze, y en el lago Victoria, el segundo lago del mundo.
Asia y el Pacífico: agua y energía
En esta zona, que ocupa el 30% de la superficie terrestre del planeta y acoge al 60% de la población mundial, los recursos naturales soportan una fuerte presión. Sus habitantes demandan cada vez más agua, hasta el punto de que el abastecimiento será uno de sus problemas más serios: ahora «uno de cada tres asiáticos no tiene acceso a agua potable limpia».
El rápido crecimiento de la demanda de energía es otro factor medioambiental influyente. La utilización de energía comercial per cápita se duplicó holgadamente en la mayor parte de la región entre 1965 y 1995, hasta alcanzar el 26,8% del consumo mundial de energía.
La contaminación del aire aumentará considerablemente en la mayoría de los países de esta área. Esto se debe principalmente al incremento del consumo de energía (basada todavía en el carbón, muy abundante en China, India y Mongolia), como consecuencia del crecimiento económico y de una mayor utilización de vehículos de motor -en mal estado-, junto con el uso de combustible de alto contenido de azufre y plomo. Además, «la precipitación ácida se está convirtiendo en un problema cada vez mayor».
Las alternativas propuestas por el PNUMA se centran en la «adopción de tecnología más limpia y el aumento de la eficiencia de la energía». El cambio del combustible (carbón, leña) debe adaptarse a la situación real de cada país. Si se combina con las demás opciones, el uso de distintos tipos de combustible puede reducir las emisiones de óxidos de azufre en 2030 a unos niveles inferiores a los de 1990 y limitar en un 40% el aumento de las emisiones de óxidos de nitrógeno.
El informe señala que actualmente se «dispone de la tecnología» para reducir las presiones ambientales en la zona hasta cotas sostenibles; pero se precisan recursos de capital para que los cambios necesarios sean «política y financieramente viables».
Europa: bosques y automóviles
En esta región (2), el transporte por carretera es actualmente la «principal fuente de contaminación atmosférica urbana». Por ejemplo, en Europa occidental -donde la mayor parte de las mercancías se transportan por carretera- la circulación de vehículos aumentó casi un 3,6% entre 1985 y 1995, pero el rendimiento del combustible mejoró solo en un 1% anual. Todo esto provoca un aumento de la contaminación del medio ambiente, del ruido y de los problemas de salud.
A pesar de los vehículos menos contaminantes y de las medidas adoptadas para reducir las emisiones de los coches, la mayor parte de la contaminación atmosférica en las ciudades importantes proviene todavía del tráfico rodado, y el número de automóviles continúa creciendo. Sin embargo, en Europa occidental se han registrado algunas mejoras sustanciales en la relación entre transporte y calidad de la atmósfera. Por ejemplo, las «concentraciones de plomo en la atmósfera están disminuyendo debido a la reducción del contenido de plomo de la gasolina».
La masa forestal de Europa central y occidental ha aumentado en más del 10% desde los años sesenta, pero aproximadamente el 60% de los bosques está «grave o moderadamente dañado» por la acidificación, la contaminación, la sequía o los incendios forestales. Es «probable» que la situación mejore asimismo en relación con la lluvia ácida y la contaminación atmosférica.
Pese a todo, el problema más arduo es la «emisión de gases de efecto invernadero». Hoy se dispone del potencial necesario para llevar a cabo en la región los compromisos de Kioto sobre reducción de las emisiones. El modo más efectivo en función de los costes consistiría, obviamente, en distribuir los derechos de emisión en toda la zona, para que los países menos contaminantes puedan vender sus excedentes a los más contaminantes y así no superar los límites fijados en los acuerdos internacionales.
Asia occidental: recursos hídricos
Su problema más acuciante es, como ocurre en África, la ordenación de los recursos hídricos y de la tierra. De persistir las actuales condiciones geopolíticas y estructurales, la región sufrirá serios problemas de escasez de agua, en particular la península Arábiga.
Para el PNUMA, «es evidente» que el nivel actual de recursos hídricos «no puede satisfacer la demanda futura de agua mucho más allá de 2005, si no se aplican políticas alternativas». La ONU propone dos: aumentar simplemente el abastecimiento de agua o lo mismo junto con la modificación de las políticas y los planes hidrológicos. Las hipótesis demuestran que los déficits de agua pueden reducirse, aunque no eliminarse, y conseguir ahorros sustanciales dando prioridad a los «usos doméstico e industrial del agua, por encima de la irrigación con fines agrícolas». Los estrategas de la ONU confían en las investigaciones sobre el uso de la energía solar y la nuclear para «la desalinización», unida a los avances en técnicas agrícolas y de ahorro de riego.
Aparte del deterioro de los acuíferos, la degradación de las tierras ha sido un «grave problema» durante el pasado decenio, y los pastizales de la región se están deteriorando, principalmente como consecuencia del exceso de ganado en ecosistemas frágiles.
América Latina: recursos forestales
Dos cuestiones ambientales preocupan en la región de América Latina y el Caribe. La primera es buscar soluciones a los problemas de la creciente urbanización. Casi tres cuartas partes de la población vive en ciudades o en megápolis, con problemas de calidad del aire, abastecimiento de agua y atención sanitaria.
La otra cuestión ambiental es «la destrucción de recursos forestales, sobre todo en la cuenca del Amazonas». Probablemente continúe la «deforestación», debido a la expansión del sector agrícola, la presión demográfica, la tala y la distribución no equitativa de la tierra. Hasta la fecha, admite la ONU, las políticas forestales de la región «no han sido efectivas», sobre todo porque no han tenido en cuenta las distintas necesidades de los diferentes usuarios de los bosques: prácticas tradicionales de corta y quema, agricultura extensiva, minería, necesidad de nuevas carreteras para unir zonas tradicionalmente aisladas, asentamientos y explotación selectiva para obtener productos forestales para la industria.
Existen opciones de política mucho más prometedoras, mediante el uso de «incentivos fiscales» (impuestos, subsidios, créditos, reformas de mercado, introducción de planes forestales comunitarios) y las mejoras en la divulgación de conocimientos ambientales. Un conjunto integrado de estas políticas puede reducir la deforestación, los incendios, el ritmo de expansión de la agricultura hacia las tierras forestales y mejorar el estado de los ecosistemas montañosos. Facilitar a los habitantes de los bosques las tecnologías apropiadas es también una buena herramienta para el desarrollo sostenible.
Norteamérica: consumo y contaminación
Los norteamericanos utilizan más energía y recursos per cápita que los habitantes de cualquier otra región. Aunque las emisiones de muchos contaminantes atmosféricos se han reducido considerablemente durante los 20 últimos años, es la región que «más contribuye per cápita a los gases de efecto invernadero», debido sobre todo al elevado consumo energético. En 1995, el norteamericano medio gastaba más de 1.600 litros de combustible al año, frente a los 330 litros de un europeo.
Para inducir cambios, Estados Unidos está desarrollando políticas basadas en el mercado, como la utilización de permisos negociables en materia de emisiones o la reforma de las subvenciones agrícolas. La reducción o eliminación de subsidios que, directa o indirectamente, incentivan el transporte por carretera, el uso de energía y la producción de madera podrían desempeñar un «papel importante» en la mejora del medio ambiente.
Los beneficios de estas reformas son cuantiosos. Entre ellos: la reducción de la congestión del tránsito, la mejora de la calidad del aire urbano, más competitividad y disminución del ritmo de aumento de las emisiones de dióxido de carbono.
Carlos CachánCarlos Cachán es profesor de Periodismo Especializado en la Universidad Antonio de Nebrija (Madrid)._________________________(1) PNUMA, Perspectivas del Medio Ambiente Mundial 2000, Ediciones Mundi-Prensa, Madrid (2000), 398 págs.(2) Seguimos la división del mundo en siete regiones que hace la ONU. Europa y Asia central incluye todos los países de Europa (occidental, central y oriental) más los de Asia central (Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán).Éxitos medioambientales
Sería erróneo concluir un examen panorámico sobre las cuestiones ecológicas más importantes, sin advertir los avances. GEO 2000 reconoce que «ha tenido lugar cierto progreso» para detener la degradación de la naturaleza.
Lo más importante ha sido el aumento de la «preocupación del público» por los aspectos ambientales. En algunos lugares, las medidas voluntarias por parte de las principales industrias han hecho que disminuyan la utilización de los recursos y la eliminación de desechos. Entre estas medidas el PNUMA incluye los sistemas de producción menos contaminantes, los códigos de conducta voluntarios (como el Programa de Cuidado Responsable de la Industria Química) y el aumento de las auditorías ambientales. La ONU insta a que se sigan buscando puntos comunes entre los intereses del medio ambiente y el sector comercial.
Los gobiernos de las regiones desarrolladas pueden atribuirse el mérito de haber «disminuido los niveles de contaminación del aire en muchas de sus principales ciudades» y haber incorporado «leyes innovadoras». También hay que anotar en el haber que el «objetivo de un nivel cero de emisiones en muchas esferas importantes ya no se considera una utopía».
En el ámbito internacional, gracias al amplio apoyo brindado al Protocolo de Montreal, «casi no quedan dudas de que la capa de ozono se habrá recuperado dentro de medio siglo».
Desde 1992 y con la firma del Protocolo de Kioto (patrocinado por Naciones Unidas), se han adoptado más medidas para combatir el cambio climático. Al mismo tiempo, científicos, meteorólogos y climatólogos disponen cada vez de más información sobre las posibles consecuencias de la variación climática. C.C.
Los polos se derriten, pero no por culpa nuestra
Recientemente han causado cierta alarma algunos síntomas de calentamiento de la Tierra: se funde hielo en los polos, disminuye el tamaño de los glaciares, sube el nivel del mar. Todo eso se atribuye a causas humanas, por lo que se reclaman medidas para detener el proceso. En cambio, S. Fred Singer, profesor emérito de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Virginia y ex director del Servicio norteamericano de Satélites Meteorológicos, afirma que «todas esas cosas están ocurriendo, pero no como consecuencia de la actividad humana» (International Herald Tribune, 14 septiembre 2000).
En su artículo, Singer señala: «Aunque ha aumentado la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera por el uso de combustibles fósiles, esto no está produciendo los efectos climáticos predichos por los modelos teóricos elaborados con ordenadores».
En realidad, dice Singer, «el clima de la Tierra parece ir a su aire, sin hacer caso de lo que haga la humanidad». Tras varios siglos de clima frío -la llamada Pequeña Era Glacial-, entre 1860 y 1940 hubo un pronunciado calentamiento. Después ha habido un fuerte aumento del uso de combustibles fósiles, pero el clima no se ha caldeado de modo apreciable en los últimos veinte años.
«Probablemente hemos oído decir que los años 90 fueron la década más calurosa del siglo XX, que fue, a su vez, el más caluroso desde el año 1000. Los datos dicen otra cosa». Es cierto, sin embargo, que, a causa del rápido calentamiento ocurrido hasta 1940 (unos 0,6 grados centígrados), hoy el clima es más cálido que hace cien años. Por otro lado, como las grandes capas de hielo tardan mucho en fundirse, el casquete polar ártico sigue adelgazando y los glaciares siguen retrocediendo. «Pero, como no ha habido calentamiento en los años recientes, el deshielo no se ha acelerado».
La historia se repite con el nivel del mar, solo que en este caso hay que medir los cambios no en décadas, sino en milenios. «Los niveles de los océanos han subido más de 120 metros en los últimos 15.000 años, desde el apogeo de la última glaciación. Al principio, las aguas crecieron deprisa, al derretirse las capas de hielo que cubrían América del Norte y Europa, proceso que duró unos 10.000 años. En la Antártida aún sigue habiendo una lenta fusión del hielo, y esto hace que el nivel global de los mares suba unos 18 centímetros por siglo». Pero esto no se debe a fluctuaciones del clima en el transcurso de unas décadas, sino a que hoy la Antártida es menos fría que hace 15.000 años. «La capa de hielo de la Antártida seguirá fundiéndose durante varios milenios más, hagamos lo que hagamos. Los seres humanos no podemos alterar este proceso natural».
Por eso Singer cuestiona el Protocolo de Kioto, que señala el objetivo de rebajar un 40% el uso de combustibles fósiles en los próximos diez años, con la finalidad declarada de detener el calentamiento de la Tierra. Por otras razones, dice Singer, conviene buscar otras fuentes de energía más eficientes. Pero mientras no haya buenos sustitutos de los combustibles fósiles, no está justificado arriesgarse a provocar una contracción de la economía imponiendo tan drástica reducción.