Una modelo da la cara por los no nacidos

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Los publicitarios saben que un cara bonita puede hacer mucho para transmitir un mensaje. También los pro vida franceses lo han descubierto. Desde que la conocida modelo Noëlia Garcia ha empezado a participar en sus manifestaciones, han conseguido una cobertura periodística que antes ni soñaban. Este impacto en la opinión pública, unido a una iniciativa legislativa y a la creación de la Fundación Jérôme Lejeune, han provocado la reacción de quienes consideran amenazado el «derecho» al aborto.

Como en otros países, también en Francia existen dentro del movimiento pro vida algunos grupos que realizan las llamadas «operaciones rescate»: organizan sentadas ante las clínicas abortistas y a veces se encadenan a los equipos quirúrgicos para impedir los abortos. El año pasado realizaron unas 20 operaciones de este tipo. Y están pagando el precio: algunos han sido ya condenados a multas y a penas de hasta 18 meses de prisión. Hacía tiempo que nadie iba a la cárcel en Francia por el aborto.

Hasta ahora se solía descalificar a los pro vida en general, y a los de «operación rescate» en particular, como extremistas, intolerantes y enemigos de los derechos de la mujer. Pero el cliché no funciona ante la imagen de Noëlia Garcia, 21 años, rubia, con una atractiva sonrisa y una belleza serena. De familia acomodada, entró en el mundo de las modelos a los 13 años y se ha abierto camino en la publicidad y en la televisión. Sabe cómo llamar la atención en esos medios y utiliza su fama para transmitir su mensaje pro vida.

Ella habla también de lo que ha visto en el mundo de las modelos. «Vi que muchas de ellas habían abortado. Estaban tristes, temerosas. Sus novios las habían dejado, o sus padres o las agencias las habían presionado para que abortaran, porque en este negocio hay que estar disponible».

Así que en 1994 hizo un paréntesis en su carrera de modelo y empezó a estudiar Derecho para tener más formación en su lucha contra el aborto. Es católica, pero niega que su lucha se base en motivos religiosos o políticos: «Soy una verdadera feminista que lucha por los derechos de las mujeres. No quiero que un chico me mire como una abortista en potencia, como un trozo de carne. ¿Cómo puede un hombre respetar a una mujer si piensa que está dispuesta a abortar a un niño?». De este modo, se ha convertido en la réplica femenina a las 343 francesas famosas que en 1971 firmaron un manifiesto en el que declaraban que habían abortado.

Ella no se conforma con firmar peticiones contra el aborto, sino que ha participado en «operaciones rescate», por las que ha sido arrestada y multada. Frente a los que acusan a estos «comandos» de no respetar la ley, ellos responden que las intervenciones que impiden no se ajustan a los términos precisos de la ley Veil, que permite el aborto durante las 10 primeras semanas si la mujer está en un «estado de necesidad». Si se respetaran las condiciones que marca la ley, ¿habría un aborto por cada tres nacimientos? En Francia se realizan cada año 170.000 abortos legales, mientras que los no declarados se estiman en 55.000.

Otra escaramuza ha tenido lugar en la Asamblea Nacional, donde dos diputados de la mayoría gobernante presentaron una enmienda a la ley del aborto de 1975. La enmienda pretendía autorizar a las asociaciones de «defensa del derecho a la vida» a constituirse en parte civil en caso de delito de «incitación al aborto». Pues, en teoría, el aborto fuera de las condiciones legales previstas sigue siendo delito. El gobierno decidió oponerse a esta enmienda, que no fue aprobada.

La irritación de los partidarios del statu quo sobre el aborto se ha vuelto a manifestar cuando la Fundación Jérôme Lejeune ha sido reconocida como de utilidad pública. Según sus estatutos, la Fundación tiene como fin «proseguir la obra a la que el profesor Lejeune consagró su vida: la investigación médica sobre las enfermedades de la inteligencia y las enfermedades genéticas, la acogida y la atención de personas, como las afectadas por la trisomía 21 u otras anomalías genéticas, cuya vida y dignidad deben ser respetadas desde la concepción hasta la muerte».

La mención del «respeto a la vida desde la concepción» molesta a los partidarios del derecho al aborto, que han puesto a la Fundación en el punto de mira de sus críticas. Así, Le Monde (22-III-96), aunque tantas veces haya criticado la burocracia, ahora se asombra de que en «sólo un año» los amigos de Lejeune hayan conseguido que se reconozca su Fundación. También cuestiona la finalidad de la Fundación, pues, aun reconociendo la talla científica de Lejeune, señala que era un militante de la lucha contra el derecho al aborto.

Finalmente, se pregunta por los vínculos entre los creadores de la Fundación y el secretario de Estado para la Salud, Hervé Gaymard, casado con Clara Lejeune, hija del profesor Lejeune. Ella está entre los miembros fundadores de la Fundación. Su marido no forma parte de la Fundación, aunque sí pertenece a la asociación «Los amigos del Profesor Lejeune», que la ha impulsado. Le Monde llega a plantear en un editorial si un ministro cuyas ideas personales son contrarias al aborto puede ser el encargado de la Sanidad. Ante esta intransigencia, otros se han preguntado si el inexistente «derecho» al aborto puede defenderse cuestionando el derecho de otros a asociarse o a participar en la vida política en pie de igualdad.

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