“La sociedad de la nieve”: 12 Goyas para un cine que une (en una gala que divide)

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“La sociedad de la nieve”: 12 Goyas para un cine que une (en una gala que divide)
J.A. Bayona con su premio Goya a la mejor dirección por “La sociedad de la nieve” (© Miguel Córdoba – Cortesía de la Academia de Cine)

En los premios Goya una cosa es la gala; otra, la trinchera política, y otra, el cine. Que es lo importante. A lo que se va. A premiar películas. El resto es ruido e instrumentalización. Y la realidad es que 2023 ha sido un año de oro para el cine español y que los académicos han premiado, precisamente, no solo una magnífica película, sino una película que habla de entenderse, de ayudarse y de derribar barreras.

Un espectador que no siga mucho la actualidad del cine español y lea hoy las crónicas de la gala de los Goya del pasado sábado concluirá que aquello ha sido una merienda de negros (y espero no ofender a nadie con el símil). Porque un político llamó señoritos a los cineastas y Pedro Almodóvar le contestó que ellos devuelven las subvenciones con creces, porque se vieron pegatinas en apoyo de la causa palestina, pero no hubo ningún recuerdo para los dos guardias civiles asesinados solo 24 horas antes. Porque se planteó la gala como un sonoro “se acabó” a los abusos sexuales contra la mujer, pero los aplausos fueron más tibios cuando la directora Mabel Lozano defendió la abolición de la prostitución. En fin, con diferentes causas, pero lo de cada año. Los Goya se convierten en un campo de batalla ideológico que acaba alejando a muchos espectadores, no solo de la gala, sino del cine español.

Y, sin embargo, la noticia de una entrega de premios son los premios. Y, en este caso, la noticia es que en la gala divisiva por excelencia ha ganado por goleada una película que une.

La sociedad de la nieve ha ganado 12 Goyas. Entre otros, el premio gordo: mejor película del año. De los logros cinematográficos de este proyecto hemos hablado. Pero la cinta de Bayona no solo es un maravilloso ejemplo de cómo contar un drama humano en imágenes, sino que ha conseguido algunos hitos importantes, todos en la línea de superar barreras e incomprensiones y hacer equipo. Algo que resulta inspirador para una película que transmite exactamente este mensaje. Como señalaba Luis Martínez, crítico del diario El Mundo: “De repente, la historia del grupo que convirtió la comunidad –la voz común de vivos y muertos– en el único medio posible de supervivencia se antoja la metáfora necesaria para un tiempo, el nuestro, al borde de todas las crisis. Pocas veces una película se ha antojado tan en sintonía no tanto con su tiempo como con cada una de sus carencias. Si existe una vacuna contra la polarización es ésta: una historia sin grietas, feliz en su refutación de la desesperanza, contundente en su rechazo al pesimismo de idiota triste”.

La película de Bayona es un ejemplo de una cultura que une, que no se instala en la trinchera, que no se usa como arma política

Desde el inicio del rodaje, Bayona se planteó la película como una producción que sirviera para unir a las familias de víctimas y supervivientes del accidente aéreo en los Andes y, a través de un trabajo exquisito de escucha y acompañamiento, lo consiguió. Algo tiene que ver el respeto reverencial con el que se acercó al drama, según confesó al recibir uno de los premios: “A 4.000 metros, delante de las tumbas de los fallecidos, les pedí permiso a las familias para contar esta historia. Espero haber estado a la altura”.

Cultura para entendernos y acercarnos

La película de Bayona es un ejemplo de una cultura que une, que no se instala en la trinchera, que no se usa como arma política. Y, en concreto, es un ejemplo de cómo el cine, cuando se lo propone, puede superar barreras ideológicas, geográficas, idiomáticas o de edad.

En un largo mensaje de agradecimiento en X, el cineasta español resume, de manera proverbial, qué es el cine para él, y para muchos otros directores: “Aquí estamos para entretenerles con nuestras historias, para hacerles pensar, emocionarse e incluso, si eso es posible, transformarles, hacer de este mundo un lugar mejor. Para eso sirve también la cultura, para acercarnos, para entendernos mejor con el otro y por extensión a nosotros mismos”.

Ese espíritu de entendimiento de la película se extiende a la “lucha” entre salas y plataformas. La sociedad de la nieve estuvo a punto de naufragar por falta de financiación y hoy no existiría sin Netflix. La realidad es que la película supera los 150 millones de espectadores en la plataforma, pero además 450.000 espectadores la han visto en las salas de cine.

Sumar y no restar. La película de Bayona ha conseguido reconciliar a una parte del público español con su cine. Y ha conseguido sumar también a un público especialmente complicado: los jóvenes. Se dice, probablemente con razón y con datos, que la gente joven no conecta con el cine, que no aguanta una película. Que la pantalla del móvil y la rapidez de las historias les impiden fijar la atención. Nada de esto ha pasado con La sociedad de la nieve y, cualquiera que tenga contacto con jóvenes y adolescentes, habrá comprobado cómo llevan semanas hablando de Numa, Roberto Canesa o Nando Parrado. O, mejor dicho, los habrás oído hablar de Mati, Enzo, Felipe o Fran Romero porque han “adoptado” literalmente a los actores y los han sumado a su conversación diaria –online y offline– en un fenómeno que no veíamos desde hace décadas. Un fenómeno que demuestra que quizás no es que los jóvenes se hayan alejado del cine, sino que el cine se ha alejado de ellos.

Con el apoyo de la Academia y esos 12 Goyas, Jota Bayona acudirá el próximo 10 de marzo al teatro Dolby de Los Ángeles, a Hollywood, donde aspira a dos Oscar (maquillaje y mejor película extranjera). Allí estará, por cierto, con Robot Dreams, otra de las películas premiadas en la gala del pasado sábado (Goya a la mejor película de animación y al mejor guion adaptado) y otra película que habla de entenderse y de amigarse, aunque seamos distintos. Aunque seamos tan diferentes como un perro y un robot.

Lo dicho: hay que dejar hablar a las películas. Y recordar a la Academia que, para los mítines, hay otros escenarios.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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