En su libro más reciente, Peter Sloterdijk vuelve a mostrarse crítico con la religión y profundiza sobre las secuelas de la muerte de Dios decretada por Nietzsche.
Como todos sus ensayos, también La herencia del Dios perdido (Siruela, 2020) es un rimero indefinible de citas y temas en el que el filósofo alemán rebaja la importancia de las religiones positivas para analizar las consecuencias de su fracaso en el mundo moderno. Como otros antes que él, sostiene que el cambio antropológico por el que el hombre, en lugar de inquilino del cosmos, se erige en su transformador, hace que se desvanezca irreversiblemente la idea de un Dios omnipotente. La modernidad es, en este sentido, la segunda semana de la Creación, en la que el hombre asume la función omnipotente de Dios.
Pero las conclusiones que alcanza son ambivalentes. Por un lado, al considerar a las religiones como prácticas y ejercicios de naturaleza espiritual, ubica la creencia en un interesante horizonte antropotécnico, como dispositivos de autoconstitución del sujeto. Pero, por otro, reprueba la dependencia y la culpabilidad que algunas de ellas –especialmente el cristianismo y, en concreto, la Iglesia católica, a la que manifiesta una singular antipatía– pueden proyectar sobre el sujeto.
Rebate, eso sí, las concepciones secularistas: “Lo que efectivamente pudiera extinguirse ahora, y merece acabar, es el periodo en el que un cierto escepticismo racionalista consiguió entrar en escena con fuerza dogmática”, mostrando su incapacidad para comprender lo que se escondía detrás de lo religioso.
Junto a ello, explora la gnosis, uno de sus temas preferidos, y en general, motivo de inusitado interés para muchos intelectuales del siglo XX.
La americanización de la religiosidad
El ocaso de los dioses significa también, sin embargo, el ocaso del alma, un proceso que, poco a poco, va alejando al hombre de la espiritualidad. Sloterdijk lo sintetiza en el paso de la religión al psicoanálisis y de este a la neurociencia.
Con independencia de sus tesis religiosas, resulta brillante la crítica al individualismo contemporáneo en el ámbito de las creencias. Ayudándose de la obra de William James, entiende la forma posmoderna de vivir la religión como una terapia, más próxima al antidepresivo que a la búsqueda de la salvación.
El giro que se ha producido es de corte pragmático, y con ello la religiosidad se ha transformado en un mensaje voluntarista. Perdida la trascendencia en la Edad Moderna, la posmoderna ha cosechado indudable éxito en traducir la antigua apuesta por liberarse de las religiones tradicionales en un catecismo emocional para despertar la autoconfianza.
El ocaso de los dioses significa también el ocaso del alma, un proceso que va alejando al hombre de la espiritualidad
Esa “americanización” de lo religioso está conectada, según Sloterdijk, con la ansiosa búsqueda del éxito y con la concepción consumista de la religión. En el supermercado posmoderno de la motivación vale todo, desde el sincretismo oriental hasta el exotismo. “La fe se convierte en una actividad experimental. Solo ahora vale sin reservas la frase de que es verdadero lo que surte efecto. Así que la vida moderna de fe se encauza hacia el eclecticismo: si se demostrara que una creencia no resulta suficientemente efectiva, se puede y se debe probar otra”, apunta.
Obras de Peter Sloterdijk reseñadas en AceprensaTemblores de aire: En las fuentes del terror (Pre-Textos, 2003) Muerte aparente en el pensar. Sobre la filosofía y la ciencia como ejercicio (Siruela, 2013) Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana (Siruela, 2014) |