Debate en Alemania por la novela “Las benévolas”

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Berlín. Desde hace tiempo los círculos francófilos de Alemania hablan con soltura de Las benévolas, la afamada novela de Jonathan Littell premiada con el Goncourt (ver Aceprensa 135/07). Hace algunas semanas, el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung comenzó a publicar las primeras páginas de la novela, antes de que estuviera a disposición del público germano. En paralelo, convocó a un batallón de especialistas en asuntos literarios, históricos, políticos y sociales para dejar caer a cuentagotas las preguntas clave que orquestarían la discusión inminente. Por fin el último sábado de febrero salió a la venta la traducción al alemán de la “autobiografía” de Max Aue. Ahora, la discusión arde por doquier.

El periódico ha puesto gran empeño en este asunto para hacer de la versión alemana de Las benévolas un inmenso reinvento mediático. Se abrió, por ejemplo, un “reading room” en el portal electrónico con un rimero de recursos: la novela misma, presentada también en forma de audiolibro, e incluso en video, además de los foros de discusión al estilo “blog”, cronologías varias, biografías de los personajes históricos, entrevistas, opiniones, revisiones, introducciones… Se trata, pues, al más puro estilo alemán, de llevar algo –Las benévolas, en este caso- hasta sus últimas consecuencias para no dejar recodo sin escrutar, ni resquicio sin analizar.

En “Deutsches Requiem” (El aleph, 1949), Jorge Luis Borges narra en primera persona las últimas reflexiones de un nazi presto para ser ejecutado. Littell hace suyo este recurso narrativo, y, a lo largo de 1.380 páginas, lo amplifica. Apropiándose de la voz del nazi Max Aue, el judío Jonathan Littell toca lo más profundo de la conciencia alemana. En ello parece estribar la primera diferencia de Las benévolas respecto de todas las otras novelas sobre el Holocausto, una diferencia que ha querido ser tomada por “sustancial” o “definitiva”. Littell lo expresa de otra manera: “No se trata de una novela histórica sino de una novela sobre la Historia”.

De alguna manera, Max Aue continúa la tradición terrible del Doctor Fausto: de Marlowe a Bulgakov, de Goethe a Mann, el mal en la literatura serpentea hasta morder también el calcañal de Littell. Curiosamente, otra lista larga de músicos se ha interesado por Fausto, pero Littell dice no gustar de ellos. Prefiere a Bach, su absoluta antítesis: el hombre que, por excelencia, compuso para Dios. La novela, de hecho, sigue una estructura musical fuertemente marcada por Bach.

El mal sistemático

Pero al autor de Las benévolas no lo impulsa la inquietud por el mal sin más, sino la preocupación por el mal sistemático a manos del Estado. Y debe agregarse aún el mal ejercido por personas que gozan de una cultura alta o refinada: el ojo derecho de Aue se conmueve hasta las lágrimas por una fuga de Bach, mientras su ojo izquierdo contempla con fascinación los hornos crematorios. Ésta es la íntima pregunta del autor y sus coordenadas, el mismo estupor que desgarra y desvela a los alemanes desde hace ya largas décadas.

Casi todo el espectro social -los de izquierdas y los de derechas, liberales y conservadores- ha sido tocado por las memorias de Aue. De ésta se dice que tal vez sea la discusión más amplia en torno a una obra literaria que haya habido en el país, que va desde nuevos libros en torno a la novela, hasta un documental que está por estrenarse en televisión, pasando por revistas, seminarios, charlas de café… Las muchas preguntas cosquillean: ¿Habría sido posible una figura como Max Aue?; ¿en qué se parece esto a otras “confesiones”?; ¿en qué nos atañe Max Aue como seres humanos?; ¿por qué esa fascinación morbosa por vincular sexo y nazismo?; ¿por qué leer Las benévolas?

A uno le queda la impresión, sin embargo, de que las fuerzas mediáticas azuzan la discusión por interés comercial. A uno le llega cierto tufillo de artificialidad. Si no fuera así, deberían desmentirse algunos pareceres que lo reprueban, comenzando por el del propio Littell. Otro rasgo llamativo de esta discusión es que prendió, sobre todo, entre las generaciones maduras y mayores. A los jóvenes se les ve, en general, menos entusiasmados por participar, por enésima vez, en estas temáticas, como no sea dentro del ámbito académico.

Habrá que esperar a que las cosas se asienten antes de consultar el fiel de la balanza. Mientras tanto, la polémica se extenderá hasta fatigar cada sílaba escrita por Littell. Él, por su parte, se sirvió de la gritería causada por Las benévolas para sacar de sus archivos unos cuentos y publicarlos a discreción (Études, Fata Morgana, 2007).

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