Los niños europeos, especie en peligro

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Para ahorrar dinero, el gobierno francés ha recortado las desgravaciones fiscales de las familias que cuentan con alguna ayuda doméstica, y ha suprimido los subsidios a las que superan una determinada renta. El economista Michel Godet critica esta política en Le Monde (18-X-97).

(…) Parece como si la sociedad, renunciando a la política familiar tradicional, hubiese decretado que los hijos son asunto meramente privado, mientras que el cuidado de los ancianos está cada vez más socializado. Es verdad que los niños no votan y que el voto de un jubilado, por viejo que sea, cuenta tanto como el de una persona activa.

¡Nadie está ahí para defender a las futuras generaciones! Les transmitimos una herencia negativa, haciéndoles pagar el fardo de nuestras deudas públicas y sociales y un sistema de pensiones por reparto que es tanto más oneroso cuanto más se adelanta la edad de jubilación. No olvidemos que el número de jubilados se va a duplicar de aquí al año 2020 y que, cada cuatro años, su esperanza de vida aumenta un año.

Parece como si la sociedad estuviese ahora dominada por una población envejecida y conservadora. Sin embargo, no existe otra riqueza que las personas, y cuando no hay gente, no hay futuro.

Este problema se discute menos en la medida en que el Instituto de Estadística difunde con regularidad informaciones que parecen indicar que todo va bien (…) En 1995, la natalidad «se había relanzado» en Francia pasando de 1,65 a 1,7 niños por mujer (la tasa de renovación generacional es de 2,1). Ahora el ahogado se encuentra a menos de 4 metros de profundidad, en lugar de estar a 4,5 metros, ¡pero sigue ahogado! (…)

¿Qué dirían los ecologistas si, desde hace veinte años, la tasa de fecundidad de las ballenas hubiese bajado hasta llegar a menos de la mitad de la necesaria para asegurar la renovación de generaciones? ¡Sin duda, alertarían a la opinión pública de esta catástrofe planetaria! Pues eso es lo que ocurre en la vieja Europa, especialmente en Italia del Norte y en España (…). Francia cuenta hoy con 1,7 millones de jóvenes menos que en 1975, es decir, una pérdida superior a la que sufrió el país durante la guerra de 1914 a 1918. Esos niños no han nacido, así que no han muerto; no se les dedicará ningún monumento en nuestras ciudades. ¿Y quién denuncia esta sangría virtual? Nadie, o casi nadie. En nuestro días es «políticamente incorrecto» defender a los niños tanto como a las ballenas.

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