Los riesgos de tener padres hiperprotectores

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La vida de los niños de hoy está cada vez más organizada y vigilada

La gran mayoría de los niños británicos de hoy no van a la escuela a pie o en transportes públicos, sino en coche con sus padres. Tampoco pueden estar a su aire durante unas horas en el campo o en la ciudad. Y la mayor parte del tiempo están en actividades organizadas. Son algunos síntomas del clima artificial que rodea a los niños, y en el que no aprenden a ser independientes ni a asumir responsabilidades. Este es el diagnóstico de Jackie Lang, presidenta de la Asociación de escuelas femeninas de enseñanza privada, expuesto en una reciente conferencia de su organización (cfr. Daily Telegraph, 27-XI-97). A su juicio, los padres deberían dar más libertad a los hijos, dejarles salir solos y correr determinados riesgos.

La profesora Lang afirmó que los padres están criando una generación de niños blandos con una vida demasiado organizada y protegida. Van a to-das partes en coche acompañados de sus padres. Lang se pregunta si es normal que muchas de sus alumnas ni siquiera tengan abrigo, pues van y vuelven al colegio en coche.

Además, la organización del tiempo de los niños es agobiante en muchos casos. El lunes gimnasio o danza, el martes lecciones de tenis, el miércoles violín, el jueves clases particulares de matemáticas, el viernes… En los países no anglosajones, habría que añadir las clases de inglés. «Actividades muy útiles si se practican con moderación, pero así es frenético», afirmó Lang.

Según Lang, directora del colegio Walthamstow Hall, es una vida organizada por adultos, donde el principal objetivo no es que los hijos lo pasen bien, sino obtención de diplomas y tranquilidad de los padres.

Este «ir y venir de una actividad a otra en coche» impide a los hijos tomar decisiones o correr riesgos bajo su exclusiva responsabilidad, que es lo formativo, según la profesora. Además, hay que contar con la tendencia natural de los más jóvenes a saltarse las reglas. Pero si la vida está organizada al milímetro (el más mínimo contratiempo es una desgracia), se corre el peligro de que los niños satisfagan esa tendencia de forma peligrosa o ilegal. En tal caso, estaríamos haciéndoles un flaco servicio, afirmó Lang en la conferencia celebrada en Bristol.

Una de sus propuestas fue dejarles salir más y permitirles «perder el tiempo», pues así aprenderán a ser independientes. Al mismo tiempo, Lang se mostró comprensiva con el temor de los padres a que ocurra algo malo a los hijos. Sobre los padres y profesores pesa la idea de que «nunca me lo perdonaría si les ocurriese algo…». Sin embargo, Lang dijo que admitir ese pensamiento es atarse las manos. Es inevitable que ocurran desgracias, y el temor de los padres es exagerado. Si se enseña a los hijos que todo lo extraño es malo, se está creando un clima artificial en casa. No se trata de temeridad o insensatez: «yo corro riesgos, pero tomo precauciones en caso de peligro», recordó Lang.

La idea de que la calle es cada vez más peligrosa para los niños, no encuentra apoyo en las estadísticas. El riesgo de que un niño muera asesinado es similar al de hace 20 años. Entre 1977 y 1996 fueron asesinados por extraños 131 niños. Una media de 6 ó 7 al año, cuando más de 80 niños pierden la vida cada año a manos de sus propios padres, niñeras o amigos de la familia.

El temor de que los niños sean atropellados también es exagerado. En 1995 murieron 200 peatones o ciclistas menores de 15 años, mientras que en 1975 -con mucha menos circulación- murieron 773. No obstante, el descenso también puede deberse a que ahora son muchos más los niños que son llevados en coche al colegio. En 1971 la mitad de los niños iba a clase en transportes públicos, ahora sólo 1 de cada 7 los utiliza. Además, aunque la mayoría de los niños tienen bicicleta, la proporción de los que la utilizan en la calle ha descendido de las dos terceras partes a un 25%.

En cuanto a los abusos sexuales, cada vez hay más noticias en la prensa, pero no está claro que hayan aumentado en los últimos años. No obstante, las estadísticas no suelen convencer a los padres. En una encuesta elaborada el año pasado, sólo el 3% de los padres pensaba que sus hijos estaban seguros cuando ellos estaban fuera.

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