Tenemos que hablar de Emma (y no de Rubiales ni de Timothée)

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.
Emma Igual
Emma A. Igual (foto de su cuenta de Facebook)

Emma A. Igual (foto de su cuenta de Facebook)

Tengo que agradecerle al videoblog de Luis Herrera haberme llevado a Emma Igual. La noticia de la muerte de esta joven cooperante, primera española que muere en la guerra de Ucrania, se me pasó. A mí que soy periodista, que se supone que sigo la actualidad y que se supone también que los titulares de Ucrania –al menos los titulares– me los leo. Y, sin embargo, ha tenido que ser el sencillo videoblog de un sacerdote –que recoge una magnífica entrevista realizada por Aitor Sánchez en el podcast de RTVE Diario de Ucrania–, el que me ha llevado a la que creo que debería ser la noticia, no de la semana, sino la del mes. Si me apuras; la del año.

Y esto me ha llevado a hacerme bastantes preguntas, sobre qué es noticia, sobre a quién le estamos dedicando tiempo y atención, sobre los nuevos modos de informarse y también sobre referentes, y sobre generaciones… y generalizaciones.

Por partes; Emma Igual murió el pasado 9 de septiembre como consecuencia de un ataque ruso en la ciudad de Chasiv Yar, en Donetsk. El convoy en el que viajaba con otros dos cooperantes para evacuar civiles de la zona quedó destrozado por el efecto de una bomba. Hasta aquí la noticia que, por supuesto, recogieron todos los medios. Y esos medios dieron unos pocos datos biográficos, y lamentaron la pérdida, claro, y hablaron de investigaciones y de que le van a dar una condecoración. Merecidísima, claro.

Y pasaron a lo siguiente.

Porque era muy importante ese mismo día hablar de la dimisión de Rubiales y de las exigencias de Puigdemont para investir un presidente y de la confirmación del romance de Kylie Jenner y Timothée Chalamet. Y periodistas y lectores escuchamos la entrevista de Piers Morgan a Rubiales y comentamos la falta de plancha de los pantalones de Puigdemont y debatimos sobre el futuro de Jenner y Chamalet analizando la presión de la mano de Timothée sobre el hombro Kylie. Y los clicks y los memes y los insultos sepultaron la verdadera noticia.

Emma tenía 32 años y llevaba en Ucrania desde que empezó el conflicto. Dirigía una ONG que había fundado, Road to Relief, que se dedicaba a rescatar a los ciudadanos ucranianos –principalmente ancianos y discapacitados– que quedaban atrapados en zonas de guerra. Desde muy pequeña, e impulsada por la historia de su abuela, que sobrevivió a un campo de concentración, Emma había desarrollado una sensibilidad especial hacia las necesidades de los demás y había trabajado en proyectos de asistencia humanitaria en Kenia o Marruecos. Cuando estalló la guerra en Ucrania no se lo pensó dos veces, cogió una furgoneta, convenció a un par de amigos y viajaron hasta Ucrania. Y allí se quedó.

En la entrevista que recoge el podcast, confiesa, con un tono animoso y sin ningún victimismo, que lleva año y medio sin parar, sin celebrar ni Navidades, ni cumpleaños, ni fiestas. Sin apenas dormir y malcomiendo, recorriendo el país buscando heridos y ancianos y llevándolos a sitios seguros. Y sin afectación dice que necesita recursos, que tanto ella como otros voluntarios ya han gastado sus ahorros en Ucrania y que hacen falta más furgonetas. Y con sincera alegría y sin presumir dice que han podido ayudar a más de mil personas y que su satisfacción es no haber dejado atrás a nadie. Y, yo, mientras la escuchaba pensaba: ¿de verdad que es más importante la dimisión de Rubiales? ¿Por qué que nos engancha más la polarización política que una historia de altruismo y entrega? ¿Acaso Chamalet y Jenner representan más a una generación que Emma?

Porque hablamos de millennials y simplificamos diciendo que es la generación de la autenticidad, de la tolerancia, de la conciencia social y de la hiperconexión pero también es la generación del yo, de la frustración y la infelicidad. Una generación hiperpreparada… que al mismo tiempo sufre una gran inseguridad y una frágil salud mental. Y Emma, en cierto modo, era un prototipo de millennial; bien formada, auténtica, políglota y usuaria de redes sociales que, eso sí, había cambiado el individualismo por una vocación de ayuda a los demás y había transformado la obsesión del autocuidado por un –aparentemente suicida– olvido de sí. Una joven que, al contrario de tanto activista de sillón que pretende cambiar el mundo a golpe de hashtags, había cogido carretera y manta… y a lo que salga. Con una generosidad que, en plena era del selfie, resulta marciana y con una capacidad de riesgo que da vértigo. Y, sin embargo, en las fotos, en las entrevistas, lo que cuentan sus amigos y las personas a las que ayudó es que Emma era una persona feliz y profundamente realizada. Tenía una misión valiosa en la vida. Una misión que, como ella explica en la entrevista, valía el sueño, el cansancio, el riesgo y terminó valiendo su vida.

Y, por eso, Emma merece ser noticia. Y hubiera merecido abrir informativos mucho más que Rubiales e inundar las redes mucho más que Puigdemont y llevarse nuestros minutos de lectura mucho más que cualquiera de los romances o rupturas estivales. Y algo estamos haciendo mal los medios cuando no sabemos encontrar los nombres, los referentes y las historias que realmente merecen nuestro tiempo, nuestra atención y nuestros lectores.

Y por eso tengo que terminar esta columna agradeciéndole a RTVE ese magnífico podcast, Diario de Ucrania –que lleva más de 100 programas documentando el horror de la guerra– y a Luis Herrera por habérmelo descubierto.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

2 Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo. También pienso que la realidad es significativamente mejor, en muchos casos, a la visión que nos muestran los telediarios. Este es uno de los miles de ejemplos, positivos, que los medios de comunicación podían potenciar.
    Un buen artículo que podría utilizarse para entablar un debate sobre el papel de los medios de comunicación para la mejora de la sociedad.

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