Michael Sandel. CC: Stephanie Mitchell
Según Michael Sandel, la insistencia en el mérito ha aumentado tanto la ansiedad en los individuos como la frustración social.
Michael Sandel es un exitoso profesor de Harvard, agnóstico, con posiciones progresistas en casi todas las cuestiones éticas contemporáneas, aunque está lejos de ser relativista. Publicó hace unos años Lo que el dinero no puede comprar y se convirtió en uno de los críticos más agudos del liberalismo económico sin límites.
Parte de su éxito reside en que no es un anticapitalista o un antisistema, sino alguien que conoce bien cómo funciona la economía y con un talante constructivo para el diálogo. Acaba de publicar su última obra, La tiranía del mérito (1), en la que revisa la actual concepción de la meritocracia –que defiende que gran parte del éxito de una persona se debe a su propio esfuerzo– y pone de manifiesto el lado oscuro que se esconde tras esta idea.
En 2019 saltó a la luz en EE.UU. el escándalo de padres millonarios que pagaron sobornos para que sus hijos entraran en algunas de las mejores universidades. Como es sabido, el acceso a estos centros encamina hacia el éxito económico y sitúa a los graduados dentro de un entorno social privilegiado. Pero en el llamado “país de las oportunidades”, dos tercios de los universitarios de la Ivy League proceden del 20% de las familias más ricas, pues los costes son elevados. Así pues, la situación de los más privilegiados no se debe tanto (o solo) al talento y el esfuerzo, sino también a la suerte de nacer donde nacieron.
La meritocracia no es tan real y, además, facilita que los que triunfan tienden a pensar que el éxito es obra suya, de modo que les predispone a ser más reticentes a compartir los frutos de su trabajo con otros más desfavorecidos. Por eso, Sandel es muy crítico con las universidades y las apremia para que mejoren la formación cívica de sus estudiantes y les conciencien sobre la necesidad de contribuir al bien común.
El sistema actual pasa factura: para demostrarlo, Sandel aporta datos de la epidemia de perfeccionismo y del aumento de suicidios y ansiedad entre los estudiantes norteamericanos. Por ejemplo, según una encuesta, uno de cada cinco universitarios afirma haber tenidos pensamientos suicidas en los últimos doce meses.
Ganadores y perdedores
Por si fuera poco, la movilidad social y económica –tanto en Europa como en EE.UU.– está lejos de haber mejorado: los estudios muestran la dificultad de que la mayoría con menos renta mejore su nivel económico. Sandel sostiene que la fe en el mercado de las últimas cuatro décadas no ha traído más progreso económico para todos, sino sobre todo para los más ricos. Parece que la globalización ha generado en los países occidentales dos clases: la de ganadores y la de perdedores. Y como es natural, el aumento de la desigualdad ha hecho mella entre los más desfavorecidos y ha desatado una ola de descontento, aumentando, al mismo tiempo, la polarización política, el atractivo del populismo y los deseos de proteger más las fronteras. Esto es lo que, según el autor, explica el triunfo de Trump.
Por eso, aunque la meritocracia funcionara, es necesario pensar detenidamente si es la mejor forma para valorar a las personas. Como buen comunitarista, Sandel cree que el capitalismo liberal puede ser la manera más eficiente para propiciar el desarrollo económico, pero al mismo tiempo sostiene que es necesario valorar el trabajo de las personas no solo por los réditos que produce, sino por su importancia para el bien común.
Para Michael Sandel, el liberalismo meritocrático y la neutralidad moral del Estado están corroyendo el bien común
La pandemia de 2020 ayuda a tomar en serio su propuesta, pues hemos sido conscientes de que el trabajo de un transportista o el de un reponedor de un supermercado son más relevantes para la vida social que el del dueño de un casino. Para sostener estas ideas, Sandel se apoya en autores diversos, y no tiene reparos en citar ampliamente la doctrina social de la Iglesia católica, con Juan Pablo II a la cabeza.
Análisis sociológico
La tiranía del mérito es una obra bastante diferente a las anteriores de este autor. Para empezar, no se basa en una gran diversidad de casos o dilemas morales, aunque se nota la impronta socrática que siempre le ha caracterizado. Esta vez, los ejemplos están extraídos sobre todo de la política y la sociedad norteamericanas de las últimas décadas, y se muestra especialmente crítico con Clinton y Obama, al ser los representantes del Partido Demócrata que se han olvidado de ayudar a los más desfavorecidos y han asumido los valores meritocráticos que cuestiona.
Este texto constituye un buen análisis sociológico en el que la mayoría de los datos están bien fundamentados, aunque en otros temas puede no ser tan preciso: por ejemplo, al abordar la historia de la meritocracia parece no haber comprendido bien la visión católica del mérito en la controversia de auxiliis.
Sin embargo, las ideas de Sandel suponen una gran aportación al pensamiento actual, ya que muestra cómo el liberalismo meritocrático y la neutralidad moral del Estado están corroyendo el bien común. De ahí que sea menester discutir sobre los valores cívicos. “No sería realista esperar que un debate así vaya a concluir en un acuerdo; la del bien común es una definición inevitablemente discutible. Sin embargo, un renovado debate sobre la dignidad del trabajo trastocaría nuestras complacencias partidistas, vigorizaría moralmente nuestro discurso público y nos conduciría más allá de la polarizada contienda política que nos han legado cuatro décadas de fe en el mercado y de soberbia meritocrática”.
(1) Michael Sandel, La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? Debate. Barcelona (2020). 368 págs. 22,90 € (papel) / 10,99 € (digital). T.o.: The Tyranny of Merit: What’s Become of the Common Good? Traducción: Albino Santos Mosquera.