A finales de mayo de 2021 tuvo gran repercusión en Canadá y en el extranjero el “hallazgo” –así se dijo entonces– de los restos de 215 niños indígenas, en un enterramiento cerca de la escuela residencial de Kamloops, gestionada por una congregación católica de 1890 a 1978. Sin embargo, al cabo de los meses nadie ha encontrado tales supuestos restos ni tan siquiera hay planes para hacer una excavación en el terreno señalado. Así lo explica un documentado artículo de Jacques Rouillard, profesor emérito del Departamento de Historia de la Universidad de Montreal, publicado en The Dorchester Review.
La noticia corroboraba el relato que se ha construido en torno a estas escuelas, creadas por el gobierno en el siglo XIX y gestionadas por diversas instituciones religiosas, para asimilar a los niños indígenas y apartarlos de sus raíces culturales e incluso de sus familias. En estas residencias, por las que pasaron unos 150.000 alumnos, la tasa de mortalidad infantil fue superior a la media nacional, sobre todo en tiempos de epidemia de tuberculosis. Según un informe de la Comisión Verdad y Reconciliación de 2015, en esas instituciones fallecieron unos 3.200 niños, aunque el informe no fue capaz de identificar los nombres de un tercio de los niños ni la causa de muerte en la mitad de los casos.
Cuando estalló la noticia de Kamloops, muchos medios, incluido el New York Times, la dieron como si realmente hubieran sido encontrados los restos de los niños. Pero de hecho no era más que una hipótesis. La joven antropóloga Sarah Beaulieu había utilizado un radar de penetración para examinar el terreno y, a partir de las irregularidades de la tierra, interpretó que el sitio “tenía múltiples signos que se presentaban como enterramientos”. Su informe preliminar se basaba en depresiones y anormalidades de un terreno cercano a la escuela. Pero no podría confirmarlo hasta que el terreno fuera excavado, cosa que no se ha hecho hasta el momento.
Pero el “descubrimiento” de los “niños perdidos” de Kamloops causó sensación en Canadá y en el extranjero. El primer ministro Justin Trudeau se refirió inmediatamente a este “oscuro y vergonzoso capítulo” de la historia de Canadá, y ordenó poner a media asta la bandera en los edificios federales. Espontáneamente, mucha gente colocó zapatos de niños en plazas y escaleras de edificios públicos para mostrar su empatía. Como represalia, hubo templos incendiados o vandalizados, estatuas de antiguos políticos derribadas. En sintonía con las reclamaciones de líderes indígenas, muchos medios de comunicación amplificaron la historia, añadiendo que “miles de niños” habían desaparecido en las escuelas residenciales sin que los padres fueran informados de su suerte.
A escala internacional, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos urgió a las autoridades canadienses y a la Iglesia católica a que investigaran esta “violación de los derechos humanos a gran escala”. Amnistía Internacional pidió que las personas e instituciones responsables fueran perseguidas.
“Al no advertir que ningún resto ha sido hallado y que por el momento todo es una especulación –comenta Rouillard–, el gobierno y los medios de comunicación están simplemente dando por buena lo que solo es una tesis: la tesis de la ‘desaparición’ de los niños en las escuelas residenciales. De una calificación de ‘genocidio cultural’, alegada por la Comisión Verdad y Reconciliación, se ha pasado a la de ‘genocidio físico’, una conclusión que la Comisión rechazaba en su informe. Y todo se basa solo en anormalidades del terreno, que podían estar causadas por movimientos de las raíces”, como advirtió la propia antropóloga Sarah Beaulieu.
En el caso de Kamloops, el profesor Rouillard ha investigado los certificados de defunción de 49 niños indígenas allí fallecidos entre 1915 y 1964, cuyos nombres se recogen en el informe de la Comisión Verdad y Reconciliación. Combinando diversas fuentes, se pueden conocer las causas de muerte de al menos 35 de los 49 niños. También se sabe en su mayoría dónde están enterrados: 24 en cementerios de las Reservas indias de procedencia y 4 en el cementerio de la Reserva india de Kamloops. “Esto está muy lejos de la infundada afirmación de que las autoridades pasaron por alto o cubrieron de algún modo sus muertes, o de que los padres no fueron informados, o que sus restos nunca volvieron a sus familias”.
Por otra parte, apunta Rouillard, la escuela residencial de Kamloops está situada en el corazón de la propia Reserva india del mismo nombre. El cementerio anexo a la iglesia podía ser usado tanto para los alumnos muertos en la escuela como para miembros de la comunidad local y los propios religiosos. Con el cementerio tan cercano y en el centro de la Reserva, “¿es creíble que los restos de 200 niños fueran enterrados clandestinamente en una fosa común, dentro de la propia Reserva, sin que hubiera ninguna reacción por parte de la comunidad indígena?”, se pregunta Rouillard.
Es difícil de creer, concluye Rouillard, que una investigación preliminar de un supuesto cementerio o fosa común haya dado lugar a tal espiral de reclamaciones avaladas por el gobierno de Canadá y repetidas por medios de comunicación de todo el mundo, sin que se haya hecho ninguna exhumación ni encontrado ningún resto. “Las historias imaginarias y las emociones han pesado más que la búsqueda de la verdad”.