Juan Pablo II ha sido providencial, dice un editorial del Wall Street Journal (16 octubre 2003).
Desde el punto de vista actual, la liberación del Este de Europa y el desprestigio del comunismo parece fuera de toda duda. Pero no lo estaba el 16 de octubre de 1978. Apenas tres años antes, había caído Saigón; un año después, la Unión Soviética invadió Afganistán; el movimiento comunista amenazaba América Central; y Solidaridad crecía tanto en la Polonia natal del Papa que aumentaba la posibilidad de una invasión soviética.
El posterior colapso de la Unión Soviética es el desenlace lógico para un polaco cuyo mensaje pastoral ha sido siempre que la verdad hace libre al hombre. Más aún, en una era marcada supuestamente por el cinismo y el materialismo, la atracción de ese mensaje -que los seres humanos tienen una dignidad inextricablemente unida a su Creador- todavía deja estupefacta a la gente. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que a sus setenta u ochenta años un Papa enfermo atraiga más que muchas estrellas del rock, congregando literalmente a millones de jóvenes en las Jornadas Mundiales de la Juventud?
Como ha puesto de relieve la guerra de Irak, no siempre nos hemos encontrado en el mismo bando argumental de Juan Pablo II. Pero sabemos que el mundo pocas veces ha visto otra defensa de la libertad humana tan firme como la que hizo el Papa en aquella ocasión. En la celebración de hoy se puede ver la mano de la Providencia en la selección del primer Papa eslavo, en el preciso momento de la historia en que el mundo más le necesitaba.
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