Iglesia en Cuba: el cambio llega con lentitud

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Tras la visita de Juan Pablo II, la Iglesia en Cuba está viviendo momentos de incertidumbre. Por un lado aumenta el número de bautismos de adultos y cada vez más niños reciben clases de catecismo en las parroquias; por otro, las peticiones de la Iglesia para que se permita la entrada de sacerdotes y religiosos en la isla, siguen sin encontrar una respuesta positiva por parte del gobierno. Y este tampoco parece querer modificar, al menos a corto plazo, su política de control sobre las asociaciones católicas que podrían distribuir alimentos y medicinas procedentes del extranjero.

Por primera vez en 37 años, el pasado día 9 el gobierno autorizó en La Habana una procesión en honor a la Virgen de la Caridad del Cobre, que fue coronada por Juan Pablo II en su reciente visita. La procesión reunió a más de 1.500 fieles. Antes, el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana y presidente de la Conferencia Episcopal cubana, pronunció en directo un mensaje radiofónico, en el que exhortó a los fieles a conseguir la unidad y la reconciliación nacional. Con todo, los medios de comunicación siguen sin incluir en su programación espacios religiosos. También, salvo algunas excepciones, las manifestaciones públicas de culto son a menudo prohibidas por el régimen.

Según Orlando Márquez, portavoz del arzobispo de La Habana, «en general, los fieles sienten ahora mayor sensación de libertad que antes de la venida del Papa» (International Herald Tribune, 14- IX-98). Pero, añade, «todavía hay falta de entendimiento por parte de las autoridades sobre el papel que la Iglesia ha de tener en la sociedad». Entre los desacuerdos tiene particular importancia la negativa a que la Iglesia pueda abrir escuelas católicas en la isla, a lo que se suma la prohibición de importar medios de impresión para publicar revistas o boletines.

Aunque la Iglesia no renuncia a su presencia en la sociedad, es consciente, sin embargo, de que los cambios no vendrán rápidamente. Así lo manifestaba hace unos meses el Card. Ortega en una entrevista publicada en Ecclesia (Madrid, 21-III-98): «Es posible que a los medios de comunicación haya un acceso más rápido, más pronto. Es muy posible que para la educación haya enormes prejuicios, reticencias, condicionamientos. Pero la Iglesia nunca renunciará a estas metas, aunque sea a largo plazo».

Cinco meses después de su visita, en un discurso a la Conferencia Episcopal cubana, Juan Pablo II animó a los obispos a proseguir la labor comenzada: «El ejercicio de su ministerio es a veces gravoso y lleva siempre el signo de la cruz de Cristo. No se desanimen ante ello, perseveren en la oración» (L’Osservatore Romano, 12-VI-98). Junto a esto, el Papa recordó que la renovación de la Iglesia en Cuba se trataba «ante todo de una disposición interior en cada uno, de modo que la renovación de la mente y la apertura del espíritu lleven a una verdadera conversión personal, favoreciendo así un proceso de mejoría y cambio en las estructuras sociales».

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