Las actividades pastorales que desarrollan los franciscanos en Asís dependerán jurídicamente del obispo de la diócesis y no -como hasta ahora- de los superiores internos, según establece un «motu proprio» de Benedicto XVI publicado el pasado 19 de noviembre. Con esta disposición, cuyo estudio comenzó durante el pontificado de Juan Pablo II, se pretende destacar el papel del obispo como principio de unidad en la diócesis y, al mismo tiempo, resolver los problemas prácticos de coordinación existentes entre los religiosos y la curia diocesana.
La medida es similar a las que se están aplicando en otros santuarios o centros de espiritualidad de Italia, pero en este caso despertó cierta suspicacia porque los franciscanos gozaban desde 1969 de una amplia autonomía, concedida por Pablo VI. Algunos comentaristas han leído esta decisión como un intento de «restauración» o de «controlar» la actividad de los franciscanos, pero los mismos interesados han descalificado esa interpretación. Los representantes de la Orden de Hermanos Menores (franciscanos) han dicho que son «plenamente favorables» a la decisión y que están «deseosos de continuar tal colaboración».
El hecho es que Asís, con la capacidad de atracción y acogida de la familia religiosa franciscana, se ha convertido en los últimos años en una encrucijada de peregrinaciones e iniciativas. A pesar de la voluntad de los religiosos, algunas de esas manifestaciones públicas no han escapado a una cierta instrumentalización, de modo que las marchas por la paz, las visitas de algunas personalidades y otras actividades sobre ecologismo, pacifismo o antiglobalización, han acabado teniendo a veces un significado más político que religioso. Evidentemente, se trata de casos extremos y la medida aprobada por el Papa tiene un sentido más amplio.
En los últimos meses, especialmente desde el fallido referéndum sobre la ley de fecundación asistida (ver Aceprensa 76/05), parte de la prensa italiana se muestra particularmente susceptible ante lo que entiende que son intromisiones de la Iglesia en la vida política. Desde ese punto de vista, una de las consecuencias de las nuevas normas para Asís es que se evitarán actividades que puedan provocar confusión en ese campo. Sin embargo, la decisión del Papa ha provocado más crítica que entusiasmo en esos mismos comentaristas. Da la impresión de que -al fin y al cabo- lo que molesta no es tanto que la Iglesia hable de política, sino que diga cosas con las que no se está de acuerdo.