Carlos es directivo de una multinacional y está a punto de convertirse en socio y, aunque ha demostrado sobradamente sus habilidades y su fidelidad, antes de recibir el ascenso debe solucionar un asunto delicado. Se trata de hacer de mediador en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana, en África. A pesar de que nunca ha hecho un trabajo de ese estilo, confía en su conocimiento del terreno por su pasado como cooperante en el país.
Pese a los indudables medios con los que ha contado la producción –múltiples localizaciones, secuencias de acción de gran despliegue, amplio reparto–, la impresión es de derroche desaprovechado. El film pretende mostrar los entresijos corruptos de la economía y de la política mundial, pero lo hace de forma bastante superficial a la vez que barroca y pretenciosa. No convence la trama, ni siquiera el reparto; incluso Candela Peña, que es un valor seguro, suena impostada en el papel de lesbiana hippie en un país africano.