Después de que Gérard Depardieu inmortalizara en el cine a Cyrano de Bergerac y de que Alexis Michalik mostrara su particular visión de la historia de Edmond Rostand en la divertida Cartas a Roxane, hacía falta valor para realizar una nueva versión de la obra teatral francesa más exitosa de todos los tiempos. ¿Quién, si no alguien como Joe Wright, podía hacerlo?
Cualquiera diría que a Wright le van como anillo al dedo las adaptaciones de obras literarias. Se estrenó en los largometrajes con la arriesgada enésima versión de Orgullo y prejuicio y siguió con Expiación y Anna Karenina: preciosas, las dos primeras; algo fallida, la otra. De hecho, exceptuando El instante más oscuro (magistral película que mereció un Oscar al actor protagonista, Gary Oldman), cuando se ha salido de esa zona de confort, no le ha ido muy bien.
Ahora, aunque no directamente del libro de Rostand, sino de la adaptación teatral de Erica Schmidt (esposa de Peter Dinklage), Wright vuelve a sus andadas. Con guion de la misma Schmidt, y repitiendo como protagonistas Peter Dinklage y Haley Bennett, convierte la historia en un musical. Es decir, tiene el atrevimiento de prescindir de los textos originales –incluso el emblemático duelo de la nariz–, para decir las cosas cantando.
Musicalmente, a menudo recuerda El gran showman y, a pesar de que no tiene temas memorables como esta, destacan “Overcome”, durante la escena del balcón y, sobre todo, “Wherever I Fall”.
Cyrano gustará a los amantes del género. Y nos regala momentos muy emotivos, principalmente protagonizados por Dinklage y Bennett, aunque el primero se lleva la palma.
Hay que lamentar que, en el intento de actualizar la historia, se han incluido algunas cuestiones que chirrían con el siglo XVII, en el que transcurre la historia.
Jaume Figa Vaello
@jaumefv