Después de perpetrar Monstruos University, película de una torpeza sonrojante, Pixar recupera nivel en Del revés, que agrada pero no asombra como lo hicieron Monstruos S.A. y Up, dirigidas por Pete Docter. Y una cosa es alegrarse de la recuperación de un estudio de animación que ha alumbrado un puñado de películas maravillosas y otra apresurarse a calificar como genial lo que es notable.
La idea inicial, ciertamente brillante de Docter y del filipino Ronaldo del Carmen con la ayuda de otros dos guionistas, es contar la historia del motor emocional de una niña de 10 años. Alegría, Miedo, Ira, Asco y Tristeza trabajan en equipo para Riley, una niña que cambia de ciudad.
Docter y Del Carmen toman algunos de los elementos más brillantes de Toy Story, Monstruos S.A. y Up y nos invitan a conocer esas pequeñas voces que suenan en nuestra cabeza, como reza el lema promocional. Creo que gustará mucho a los expertos en animación, a los psiquiatras, a los psicólogos y a los pedagogos. Eso no significa que no guste a otros espectadores.
A quien escribe le cansa el didactismo de la historia. El mecanicismo simplificador en el retrato de la conducta es tan comprensible como irritante. Los retratos de los cambios anímicos son maravillosos y entiendo que fascinen a los adultos, porque el ejercicio de observación es fascinante. El viaje, la peripecia de las emociones me parece mucho más convencional, aunque hay algún giro excelente. Desde el punto de vista cromático la película es muy grande, pero me parece flojo el diseño de personajes y los fondos son pobres para los estándares de Pixar.
Del revés es una película tan estratégica, tan consciente de sí misma, tan empeñada en no descarrilar en su ejercicio de abstracción metacinematográfica, que está falta de asideros empáticos. Es un sí pero no. Me quedo más fuera que dentro.
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