Prometían una felicidad al alcance de la mano. Al principio eran pequeñas cantidades, pero con el tiempo lo convirtieron en un negocio multimillonario. Los casos de adición a los tratamientos con opioides se multiplicaban al mismo ritmo que la empresa farmacéutica Purdue Pharma se veía acorralada por la DEA, la agencia antidrogas norteamericana.
Hace unos meses se estrenaba en HBO Max la docuserie El crimen del siglo, un acercamiento periodístico a este letal negocio farmacéutico. Ahora llega esta serie a la plataforma Star, incluida en Disney+, y basada en el libro de investigación de Beth Macy. El creador es Danny Strong, ganador de dos emmys por la TV movie Game Change (2012). La narración está muy fragmentada, quizás excesivamente, con saltos en el tiempo. En el centro del drama está el personaje interpretado por Michael Keaton: un médico engañado por un joven comercial farmacéutico para recetar sin apenas límites los tratamientos con opioides.
A sus 70 años, el actor norteamericano vive una madurez artística envidiable, con una selección de personajes que le ha convertido en uno de los mejores y más versátiles intérpretes de Hollywood. El doctor Samuel Finnix aporta a la serie el lado más comprensible y cercano del drama, junto al de su paciente Betsy Mueller, también brillantemente interpretada por Kaitlyn Dever (Creedme, Justified).
En los primeros dos capítulos, dirigidos por el veterano Barry Levinson (Rain Man), la serie no arranca con la decisión que debería. Se acumulan las tramas paralelas que apenas avanzan. Igualmente se solapan personajes que no terminan de superar el estereotipo, algo que sucede tanto en el caso de los investigadores de la DEA como en el de los líderes empresariales de Purdue. Rosario Dawson y Michael Stuhlberg son grandes intérpretes, pero el guion de la serie y la dirección de actores favorecen un histrionismo que daña la credibilidad del relato. Aún más prescindible es el personaje de comercial agresiva que interpreta Philipa Soo (Hamilton), que parece recién sacado de una ficción de adolescentes terminales.
Aun así, la historia es fascinante de principio a fin, a pesar de las caídas de ritmo y algunos retratos exagerados. El desarrollo de la investigación muestra la capacidad de corrupción del ser humano dominado por la ambición, y también la infranqueable resistencia de los que se niegan a ceder. La serie presenta además cuestiones muy actuales sobre los límites y las condiciones en el tratamiento del dolor, que muchas veces puede convertirse en una excusa venenosa para la sociedad.