Director: Michael Mann. Guión: Eric Roth y Michael Mann. Intérpretes: Al Pacino, Russell Crowe, Christopher Plummer, Diane Venora, Philip Baker Hall, Lindsay Crouse. 158 min. Jóvenes.
Después de ganarse el favor del público y de la crítica con El último mohicano y Heat, el director Michael Mann confirma su calidad en El dilema. Se trata de un drama vibrante y lleno de aristas, que opta a siete Oscars, incluidos los correspondientes a mejor película, director, actor (Russell Crowe) y guión adaptado.
Su trama recrea hechos reales acaecidos en 1993. Ese año, Jeffrey Wigand, doctor en Química y vicepresidente de la multinacional tabaquera Brown & Williamson, fue despedido por «problemas de comunicación». Alentado por Lowell Bergman, productor del popular programa de la CBS 60 minutos, Wigand violó la cláusula de confidencialidad de su despido, e hizo públicas, en el programa y ante un tribunal de Mississippi, diversas conductas poco éticas de los directivos de su ex empresa, que ocultaron a la opinión pública sus técnicas para potenciar el carácter adictivo de la nicotina. Comenzó así una durísima batalla legal y personal contra Wigand y Bergman, que sacó a la luz el turbio poder de la industria tabaquera y puso a prueba la capacidad de los medios de comunicación como defensores de la legalidad y la salud pública.
El magnífico guión de Michael Mann y Eric Roth se inspira en el artículo El hombre que sabía demasiado, publicado en 1996 por la periodista Marie Brenner en la revista Vanity Fair. Esta inspiración aporta al propio guión y a la puesta en escena una cortante frialdad casi documental, similar a la que empleó hace años Sidney Lumet en Todos los hombres del presidente. Este dramático realismo se potencia con la acertada opción de afrontar la gran historia y sus grandes temas a través de los íntimos dilemas morales de sus protagonistas, lo que además permite el lucimiento de todos los actores. Por eso mismo, los mejores momentos de la película se deben al duelo interpretativo de alto voltaje que llevan a cabo Al Pacino y Russell Crowe.
En su afán de subrayar el dramatismo, a veces Mann alarga en exceso las situaciones y abusa de una planificación agobiante y algo retórica. Pero este defecto menor no rebaja demasiado el vigor visual, dramático y moral de esta interesante reflexión sobre la necesidad de jugarse el tipo para defender la verdad.
Jerónimo José Martín