“De Madrid a París a los veinticuatro años (1899). París era todavía la ciudad del affaire Dreyfus en política…” Así recuerda Antonio Machado el ambiente reinante en París a finales de siglo XIX: el affaire Dreyfus supuso efectivamente el mayor escándalo político de la época y provocó en la opinión pública una profunda desconfianza en las instituciones. Émile Zola reaccionó con un artículo de famoso título: J’accuse, que emplea también Roman Polanski como título original de su filme, basado en la novela An Officer and a Spy de Robert Harris, coguionista de la película.
El oficial y el espía comienza en enero de 1895, cuando el capitán Alfred Dreyfus, militar alsaciano de origen judío, es degradado solemnemente y deportado a la Isla del Diablo, en la Guayana francesa, para cumplir una pena ejemplar. Sin embargo, el coronel Georges Picquart, recién nombrado jefe de los servicios secretos del ejército –y por tanto, de quienes supuestamente habían desenmascarado a Dreyfus como espía alemán–, comienza a dudar de que el capitán sea realmente culpable. Aunque recibe órdenes de dejar las cosas como están, continúa investigando, hasta dar con una maraña de intrigas y corrupción.
En una primera lectura, El oficial y el espía es una película histórico-policiaca con un detective clásico como protagonista, cuya perspectiva asume el filme. Pero Polanski no solo sigue a Picquart en su búsqueda de pruebas; además, recrea un París final de siglo con imágenes y escenas que recuerdan a los impresionistas o a las primeras fotografías en color. Su Francia de esa época refleja en su tristeza la conmoción que supuso el affaire; la meticulosidad en la reproducción de vestuario y ambientes de época va de la mano con una detallada descripción de sus protagonistas. Con una factura ciertamente convencional, El oficial y el espía es un claro alegato de Roman Polanski no solo contra el antisemitismo, sino también contra la manipulación de los medios.