Harold Fry es un jubilado que deja pasar los días en medio de pequeñas rutinas. Un día su vida cambia: recibe una carta de despedida de Queenie Hennessy, una vieja amiga que está a punto de morir de cáncer en un hospital. Tras escribir el borrador de una respuesta de cortesía, decide ir a verla, convencido de que mientras le espere, vivirá. De este modo emprende, a pie, un viaje de 500 millas para “salvar” a Queenie.
El viaje de Harold es una bella historia mínima que se convierte en una historia grande, universal. Harold, por una vez en su vida, decide hacer algo. El viaje se llena de intención, sirve para hacer balance de la vida, distinguir las cosas que importan de las que no; enfrentarse a los errores cometidos y pedir perdón; poner un propósito en nuestras acciones; darse cuenta de que nunca es tarde y de que las cosas que hacemos, por pequeñas que sean, influyen en la gente, y de que hay que tener fe.
Rodada de una manera sobria y realista, mantiene el interés todo el tiempo a golpe de flashback, de encuentros con diferentes personas. La interpretación de Jim Broadbent (y la de Penelope Wilton) es antológica.