Entre el 26 y el 29 de noviembre de 2008, un grupo de terroristas provocó 12 atentados coordinados en Bombay. El balance fue siniestro: 173 fallecidos, 327 heridos y una ciudad colapsada por el terror.
Hotel Bombay acerca la lupa a uno de esos atentados, concretamente al perpetrado en el Taj Mahal Palace and Tower, un hotel de superlujo que se convirtió en una sangrienta ratonera y en un escenario de heroísmo para los empleados del establecimiento.
El cineasta australiano Anthony Maras debuta en el largometraje con este thriller absorbente que no permite al espectador ni un respiro, especialmente en su tramo inicial, en el que, en apenas 20 minutos, coloca todas las piezas del tablero (protagonistas, secundarios, villanos, ataques primeros e irrupción en el hotel) para centrarse después en el atentado que da nombre a la película.
Aunque la fuerza narrativa del filme está claramente determinada por la brutalidad de lo que ocurrió, Maras enriquece el argumento con un puñado de historias personales que funcionan como un potente contrapunto a la barbarie y el sinsentido de los asesinos. Son historias pequeñas, a veces simples detalles o apuntes, que componen un caleidoscopio humano muy atractivo. En este sentido, destaca también una subtrama valiosa: la protagonizada por los empleados del hotel, que entienden su trabajo como servicio. Una actitud de servicio que, al principio, en un entorno de superlujo y caprichos infantiles, puede resultar incluso humillante, pero que termina siendo clave para salvar la vida, la dignidad o ambas cosas de muchos de los clientes del hotel.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta