A pesar de que Florida está siendo desalojada por el fuerte huracán que la está asolando, Haley va a buscar a su padre, preocupada porque no responde al teléfono. Una vez en la casa familiar, se encuentra con que él está herido e inconsciente y que la tormenta es el menor de los problemas: para salir de la casa tendrán que sortear a unos enormes caimanes, dispuestos a lo que sea para alimentarse.
Entretenida película de terror y suspense, a medio camino entre Tiburón –de la que bebe mucho– y la reciente Un lugar tranquilo. Casi noventa minutos que te dejan clavado en la butaca de principio a fin, gracias al buen manejo de la cámara y a la interpretación, sobre todo, de ella. Con un guion, además, que presenta el drama humano sin que chirríe y de modo creíble.