Se esperaba con cierta expectación el último trabajo de Vicente Aranda (Amantes, Libertarias, Celos), presentado como una ambiciosa actualización de Locura de amor, la famosa versión fílmica de la obra teatral de Manuel Tamayo y Baus, que protagonizaron en 1948 Aurora Bautista y Fernando Rey bajo la dirección de Juan de Orduña. En el último Festival de San Sebastián, la protagonista de la película de Aranda, Pilar López de Ayala, recibió el Premio a la mejor actriz. Sin embargo, en justicia, solo cabe calificar la película como un producto decepcionante.
La razón principal radica en la perspectiva adoptada por Vicente Aranda. Y es que el veterano director, coherente con el resto de su filmografía, reduce a exclusivas motivaciones sexuales las diversas actuaciones de la reina Juana de Castilla, segunda hija de los Reyes Católicos, esposa de Felipe de Habsburgo y madre del emperador Carlos V. En concreto, sus famosas rarezas responderían exclusivamente a la pasión sexual que provocaba en ella Felipe el Hermoso, presentado como un rey libertino y ambicioso, que fue reiteradamente infiel a su esposa desde el primer momento.
Esta perspectiva reduccionista de Aranda afecta gravemente a cada uno de los apartados de la película. Por un lado, provoca que los neuróticos personajes resulten muy poco creíbles, lo que devalúa el elogiable esfuerzo interpretativo de Pilar López de Ayala, y resalta todavía más la escasa calidad de varios actores secundarios. Todo esto, a su vez, deshumaniza radicalmente la puesta en escena, sin que su despliegue de medios y su esmerada factura sirvan para arreglar la cosa. Así que solo funciona la película en las contadas secuencias -la aparición de Juana ante las Cortes de Castilla, la muerte de Felipe…- en que Aranda se olvida de su premisa argumental y se decide a indagar en las pequeñas historias que conforman la gran historia.
Jerónimo José Martín