La delgada línea roja

TÍTULO ORIGINAL The Thin Red Line

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Terrence Malick. Intérpretes: Sean Penn, Adrien Brody, Jim Caviezel, Ben Chaplin, Elias Koteas, Nick Nolte, Woody Harrelson, John Cusack. 170 min. Adultos.

El misterioso cineasta estadounidense Terrence Malick (Malas tierras y Días del cielo) vuelve de un retiro de casi 20 años con esta arriesgada meditación sobre la guerra, candidata a siete Oscars. Malick toma un camino menos convencional que el de la excelente Salvar al soldado Ryan, de Spielberg. Su adaptación de la novela de James Jones es profundamente personal y reflexiva, pausada; se aleja de la versión que en 1964 hiciera Andrew Marton, o de De aquí a la eternidad (1953), de Fred Zinnemann, basada en otra novela de Jones.

Segunda Guerra Mundial. Invasión de Guadalcanal por tropas estadounidenses. El soldado Witt, que se había refugiado en una isla paradisíaca, es obligado a reincorporarse a filas. Allí, en medio del horror de la batalla, convive con compañeros muy dispares: el escéptico sargento Welsh; el dubitativo capitán Staros; el enamorado soldado Bell; el belicoso y resuelto teniente coronel Tall… Todos quedan marcados por la experiencia bélica. Sus pensamientos persisten a lo largo de las casi tres horas de metraje, con sus distintas voces en off.

El film muestra el dolor y las terribles heridas del combate; pero va más allá. En un escenario de gran belleza, se asiste al miedo y a cómo se va minando la moral de los combatientes. Conviven escenas de cuerpos mutilados con estampas bellísimas de la naturaleza. La misma lucha cobra cierto atractivo estético. El director apuesta por el lirismo y por el pensamiento sobre la condición humana. Sus personajes tienen hondura. Sobre el telón de fondo de un profundo pesimismo, cuelgan diversas situaciones individuales que al final parecen casi coincidentes en la ausencia de asideros; ya sea Dios, la mujer amada o el teórico paraíso de los indígenas, al final resultan falibles.

Por lo visto, existe un viejo dicho que afirma que sólo una línea roja separa cordura de locura. De ahí el título del film. Probablemente también es muy delgada la línea que separa entusiasmo y aborrecimiento en torno a esta película. Se entienden ambas posiciones, aunque, personalmente, me apunto a la primera. La belleza del film (magnífica fotografía de John Toll, adecuada partitura de Hans Zimmer) no impide que Malick detenga la acción cuando le viene en gana, de modo algo caprichoso si se quiere. Una acción de combate como la toma de una colina es muy básica y a la vez toma un aire irreal, como si el espectador estuviera transportado a un lugar donde se hubiera detenido el tiempo, donde las coordenadas habituales no tuvieran validez. Por otro lado, el film de ese viejo estudiante de filosofía llamado Terrence Malick plantea ideas, un poco al estilo de Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola; alguno dirá que «empanada mental tenemos»; otros diremos que no viene mal que alguien nos haga pensar un poco.

José María Aresté

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