Director y guionista: Peter Mullan. Intérpretes: Geraldine McEwan, Anne-Marie Duff, Dorothy Duffy, Eileen Walsh, Nora-Jane Noone. 119 min. Adultos.
Se estrena la película británica que, inexplicablemente, ganó el León de Oro en el Festival de Venecia 2002. Las hermanas de la Magdalena está dirigida por el actor británico Peter Mullan, habitual de las películas radicales de Ken Loach. La Orden de la Magdalena es una congregación religiosa que trabajaba en reformatorios directamente vinculados al Ministerio de Justicia irlandés. La gestión estaba sometida al control riguroso de los inspectores del Estado. La gran mayoría de las internas eran chicas muy jóvenes, a menudo violentas, ingresadas en dichos centros por sentencia judicial de los tribunales de menores como consecuencia de delitos penales.
Sin embargo, Mullan obvia todo esto y nos presenta las casas de la Magdalena como instituciones religiosas de arriba a abajo, y cuyas «residentes» no eran delincuentes, sino víctimas de una injusticia clamorosa. Concretamente, la historia se centra en tres chicas recluidas en uno de esos centros cerca de Dublín, en 1964. Se trata de Margaret, cuyo delito es ser violada por su primo durante la celebración de una boda; Bernardette, huérfana que es acusada de ser una tentación para los varones; y Rose, madre soltera.
Una vez terminado el prólogo comienza la película como tal, que tiene exactamente la misma estructura dramática que un film de género carcelario sobre campos de concentración nazis. Maltratos, opresión, vejaciones, humillaciones, castigos, violencia, perversiones sexuales… El resultado que se busca con estas similitudes es obtener del espectador el rechazo global a la «institución católica», y no sólo a los personajes concretos del film. Familias católicas, religiosas, sacerdotes, liturgia, oración… todo lo que sale en el film es triturado en el mismo saco. Desde el punto de vista de las ideas, sólo hay un leit-motiv a lo largo de las dos horas de metraje: el pecado y el castigo. La obsesión por los pecados graves va más allá incluso de una posición luterana convencional; obsesión motivada por el pánico al castigo, el divino y el terrenal. El infierno, la penitencia extrema, la culpa… son los únicos elementos distintivos del catolicismo en este film. En fin, la película se califica por sí sola.
Juan Orellana