Ian y Barley son dos hermanos elfos que viven con su madre Laurel, en un mundo donde la magia ha sido sustituida por la tecnología. Cuando Ian, el pequeño, cumple 16 años, su madre les hace entrega de algo que dejó el padre fallecido, para cuando los dos hubieran cumplido esa edad: un bastón mágico con una gema y unas instrucciones para poder hacer revivir al padre durante 24 horas.
Después de varios años contaminados por la “secuelitis”, había muchas esperanzas puestas en Onward. Toy Story 4, siendo correcta, quedaba lejos de la trilogía original, por lo que cualquiera diría que Pixar estaba en horas bajas. Nada de eso. Dan Scanlon (Monsters University) coescribe y dirige una historia divertida, basada en su infancia, con temas que han caracterizado a la compañía del flexo: la importancia de las relaciones familiares y de amistad. Por otro lado, Pete Docter (director de las grandes Monstruos S.A., Up y Del revés) figura como productor ejecutivo, ocupando el sitio que dejó John Lasseter, al irse de la compañía.
La historia recrea un mundo lleno de criaturas mitológicas y fantásticas que, con el pasar de los años y la modernidad, ha olvidado muchas de las tradiciones que tanto marcaron su forma de ser. En un mundo así, el guion presenta a los dos hermanos protagonistas como adalides de la recuperación de estos valores. En el fondo, es la temática que también estaba presente, por ejemplo, en Los Increíbles: el sentido personal de misión
Ahora bien, Onward no engrosará el listado de las mejores películas. Falta originalidad –la introducción y el cierre guardan un gran parecido con Cómo entrenar a tu dragón–, aunque el toque Pixar se deja notar, por ejemplo, en la buena caracterización de los protagonistas. En este sentido, es genial la relación que hay entre las formas de ser, tan distantes, de Ian y Barley.
Al final, Onward es una película que emociona y provoca más de una risa y no defrauda; aunque, en general, gustará más al público infantil.
Jaume Figa Vaello
@jaumefv