Antonio Giménez Rico, autor de importantes adaptaciones al cine -sobre todo de novelas de Miguel Delibes-, lleva esta vez a la pantalla un relato del escritor y periodista Torcuato Luca de Tena. Cuenta las pesquisas de Fermín Azcúe, un anciano catedrático de Historia que, tras décadas viviendo en México, vuelve a Jaca, la ciudad de su infancia, para encontrar a la mujer que amó cuando era adolescente. Su estancia en un balneario, rodeado de ancianos nada convencionales, le permitirá volver a sentirse sentimentalmente vivo.
Primer y último amor supone la revelación en España del actor mexicano Fernando Luján, al que da la réplica una descomunal Lola Herrera, ambos coreados por una impagable galería de veteranos, aunque también hay otros secundarios menos convincentes. Los protagonistas desfilan ante la cámara creando un ritmo interior lento y saludable, sin aspavientos, que hace avanzar al film con la velocidad de un río que llega a su final. No faltan momentos mágicos de puesta en escena, de diálogo e interpretaciones, con unas cuidadas fotografía y dirección artística. Menos elogios merece la música de Augusto Algueró y algún doblaje defectuoso, que debilitan el acabado final.
En todo caso, lo más conmovedor es el tratamiento del tema central. No se puede vivir del recuerdo, del culto devocional al pasado. Es necesario amar en el presente. El pasado no cambia la vida; el presente, sí. También es interesante el ideal de caballero que dibuja, austero y cortés, así como la importancia de la familia, representada en una madre ya fallecida, pero compañía constante del protagonista. En fin, un delicioso cuadro de los afectos, que aquieta el corazón y destila sabiduría.
Juan Orellana