Elena y Dovydas se conocen en una clase de baile para personas sordas: ella enseña a los alumnos y él trabaja como intérprete de lenguaje de signos. Desde el primer momento conectan de una manera especial, pero el futuro de su relación romántica se oscurece cuando Dovydas le confiesa a Elena que es asexual.
La joven directora lituana Marija Kavtaradze ha rodado tres películas y en las tres ha abordado relaciones de pareja marcadas por conflictos psicológicos. Hay que reconocer que Slow pone sobre la mesa –o pretende poner, porque otra cosa es que lo consiga– una cuestión interesante: la relación de dos personas con una gran conexión intelectual y afectiva pero alejados en sus expectativas sexuales. Una relación que transcurre, además, en una cultura que tiende a identificar el amor con el sexo. El planteamiento, repito, es sugerente: los dos actores forman una pareja absolutamente creíble y la historia tiene momentos muy conseguidos, pero el guion, paradójicamente, y aunque en algunos momentos parece abrirse a la idea de que no hay una única manera de amar, termina centrándose en exceso en la problemática de las relaciones físicas con una perspectiva materialista y un desenlace bastante triste.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta