Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 48/15 Viaje a Sils Maria cuenta la metahistoria de una obra de teatro encerrada en una película. Dos actrices (una jovencísima y otra madura) y la eficaz asistente de la segunda construyen un eléctrico triángulo de egos, una incómoda relación de amor-odio-admiración-envidia que, sin más apoyo que unos cuantos escenarios y un guion esculpido a cincel (no sobra una coma), mantienen al espectador al borde de la butaca, sin atreverse a respirar hasta que la batalla termina. La última película del veterano Olivier Assayas habla sobre todo del paso del tiempo, de sus estragos no tanto en el cuerpo como en el alma y en la psique. Es maravilloso –aunque demoledor– el retrato que hace Ass…

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