Tras la larga crisis económica de 2008 y un fuerte impulso a la automatización de los procesos productivos, al desarrollo de “fábricas inteligentes” y a la personalización de productos y servicios, se acuñó en Alemania el término “industria 4.0” y se empezó a difundir que había comenzado una nueva revolución.
En este contexto, Patrizio Bianchi, profesor de Economía Industrial de la Universidad de Ferrara, se pregunta si la aparición y el impacto de la inteligencia artificial, la robótica, el blockchain, la Internet de las cosas o la realidad virtual, entre otros avances tecnológicos, son suficientes para emplear un concepto tan radical como el de “revolución”. Su respuesta es afirmativa, y para captar toda su complejidad recomienda reflexionar sobre los profundos cambios acaecidos en la producción y su organización, junto a las transformaciones científicas, políticas y culturales que la han hecho posible.
Bianchi hace un recorrido por las tres revoluciones industriales previas, y expone cómo la evolución a lo largo del tiempo de tres conceptos –habilidad (skill), destreza (dexterity) y juicio (judgement)– dio lugar, en el primer caso, a la especialización y a la división del trabajo; en el segundo, a la cadena de montaje y a la producción en masa; y en el tercero, a las tecnologías de la información y de las comunicaciones, y a la producción diferenciada. Son estos cambios y avances previos los que han permitido llegar a esta cuarta revolución, cuyos principales protagonistas son las luces y sombras de la globalización, la recopilación y el tratamiento masivo de datos, el desarrollo de la inteligencia artificial, el empleo de robots y la aparición de influyentes monopolios.
Bianchi concluye invitando a conquistar nuevos horizontes, a crear puestos de trabajo a través de la apertura de nuevas actividades, fronteras y perspectivas, y a ser respetuosos con el medio ambiente y los bienes comunes. Y añade que todo ello deberá ser guiado por la ciencia, pero también por la conciencia de las personas.