La ciudadanía, como forma histórica de identidad socio-política, es, desde hace años, el centro de atención del pensamiento político. Sin embargo, en pocas ocasiones se ha hecho un repaso histórico del término, lo que intenta Derek Heater con este breve ensayo. La ciudadanía es la categoría política que determina la pertenencia de un individuo a la comunidad estatal y a lo largo de la historia ha asumido diferentes formas, que se diferencian también en función de su exclusividad o inclusividad. La forma moderna de ciudadano, según Heater, que nace emparejada con el surgimiento de la ciudad, se caracteriza por la igualdad de los individuos, la autonomía y la posibilidad de participar en los asuntos públicos.
Heater comienza su recorrido histórico en Grecia y Roma. Analiza detalladamente el desarrollo del sentimiento de pertenencia durante la Edad Media y se detiene particularmente en la Edad Moderna. Porque una vez definida la idea de ciudadanía en la modernidad, hay dos formas distintas de entenderla, formas que en la actualidad constituyen uno de los temas más importantes en la disputa entre republicanos y liberales.
El republicanismo se funda en la concepción política griega y romana y ha pasado a los autores contemporáneos a través de Maquiavelo y los “padres fundadores” de los EE.UU. Según este modelo, el ciudadano es un miembro activo de su comunidad, preocupado por la política en sentido amplio -es decir, no sólo por la gestión eficiente de los recursos públicos, sino también por los valores morales de la sociedad-; se trata de un ciudadano no sólo con derechos sino también con obligaciones. Para el liberal, por el contrario, la ciudadanía constituye uno de los aspectos más externos y superfluos de su vida: el individuo está fundamentalmente preocupado por sus intereses particulares, lo que no impide que de forma temporal pueda dedicarse u ocuparse de los asuntos públicos.
Otro tema polémico que trata Heater es la relación entre ciudadanía y nacionalidad, con especial referencia a lo que denomina “modelos de ciudadanía escalonada”, que se han implantado en las federaciones de Estados y en organizaciones supranacionales, como es el caso de la Unión Europea. Se pregunta por las posibilidades de una ciudadanía mundial y recuerda que de ello ya hablaron los clásicos, especialmente los estoicos, considerados los primeros cosmopolitas. Ahora bien, la posibilidad histórica de un estado mundial ha sido una de las mayores preocupaciones de finales del siglo XX, como demuestra el intento de D. Held de construir una “democracia cosmopolita”, que será sólo un deseo mientras en el mundo coexistan sistemas democráticos con otros que no lo son.
En los capítulos finales, Heater señala algunos de los problemas que ha de afrontar la ciudadanía en este siglo. Entre ellos, cabe mencionar la necesidad de conciliar los derechos civiles y políticos con los sociales. Asimismo, para el autor se ha de equilibrar el modelo liberal, que en la práctica se ha impuesto, con el republicano. En este sentido, si la ciudadanía no quiere perder su relevancia política, habrá de asumir de nuevo el protagonismo, algo que hasta ahora no se puede asegurar teniendo en cuenta los niveles de abstención en las elecciones.
En conclusión, se trata de una obra introductoria no solo al tema de la ciudadanía sino a muchos de los problemas a los que se enfrenta el pensamiento político contemporáneo. Algunas de las opiniones de Heater son matizables, pero resulta útil leer el libro con el fin de hacerse una idea de la importancia de la ciudadanía en las sociedades contemporáneas.