Palabra. Madrid (2002). 409 págs. 15 €.
La tragedia del 11 de septiembre, unida a la oleada migratoria procedente de los países musulmanes, ha suscitado una corriente de interés sobre el mundo islámico. Poca atención se había prestado, sin embargo, a las todavía vitales minorías de árabes cristianos que, en buena medida, son herederas de comunidades evangelizadas en los primeros tiempos del cristianismo. Por eso es muy oportuno el libro Cristianos en tierras del Islam, escrito por un periodista francés, Claude Lorieux, corresponsal durante más de veinte años del diario parisiense Le Figaro en el Cercano Oriente. Este libro, tan apasionante como documentado, describe las heterogéneas comunidades de cristianos (entre diez y dieciséis millones, según las fuentes) que viven su fe en países islámicos con más o menos dificultades.
Lorieux ha preferido centrar su interés en los países del Cercano Oriente (Líbano, Palestina -con un alto especial en Jerusalén-, Siria, Turquía, Irak, Irán, Arabia Saudita, los Emiratos y, por último, Sudán) que fueron evangelizados antes de ser conquistados por los musulmanes. Hasta ese momento histórico y una vez superadas las persecuciones de los emperadores romanos, las originarias comunidades cristianas orientales, sufrieron las consecuencias de las primeras disensiones teológicas de la naciente Iglesia.
Surgen así las Iglesias de Oriente, la Copta, la Armenia apostólica, la Siria ortodoxa o jacobita, la Caldea, a las que, posteriormente, se unen las Iglesias separadas por el Cisma de Oriente. El mosaico se completa con las Iglesias que optaron por permanecer unidas a Roma, de las cuales sobresalen los melkitas, los armenios católicos y los maronitas del Líbano…, sin olvidar a las comunidades protestantes. A estos desgarros se sumarían con el tiempo las invasiones persas y las islámicas de árabes, mongoles y otomanos que dispersarían más aún a los cristianos, sobre todo a raíz del fracaso de las cruzadas.
La sangría de la emigración
Con un directo estilo periodístico en el que se mezcla la incursión histórica, la documentación y numerosos testimonios de patriarcas, obispos, monjes y seglares, Lorieux ofrece una auténtica radiografía de estas comunidades que, a pesar de su plena integración en los países de origen, son objeto de un trato muy diferente por el entorno islámico mayoritario. Naturalmente, influye de manera particular el tipo de régimen político que soportan: muy islámico en Irán y Sudán, socialista en Siria e Irak, pragmático y pro-occidental en Jordania y Egipto, multiconfesional en Líbano, laico en Turquía Llama la atención la gran tolerancia de los presidentes sirio e iraquí, así como del rey jordano, con sus comunidades cristianas que gozan de una mayor libertad que en otros países del entorno, salvedad hecha de Líbano.
Todas estas comunidades han logrado sobrevivir a lo largo de los siglos a sus propias rencillas, a las invasiones, a los desplazamientos masivos, a las conversiones forzadas, a las matanzas, a los saqueos, a los odios tribales e, incluso, a la indiferencia de las potencias coloniales cuando sometieron a los países islámicos. La gran preocupación de los supervivientes no es, sin embargo, el creciente poder de los movimientos fundamentalistas, que, a fin de cuentas, están contenidos por los regímenes políticos. Lo que de verdad amenaza a estas comunidades es la sangría de la emigración. Si para conservar la vida y la hacienda son sometidas, en ocasiones, a la islamización -obligada para los hijos en los matrimonios mixtos-, lo cierto es que estos herederos directos de los primeros conversos al cristianismo sufren una constante erosión por la necesidad de buscar trabajo en el mundo occidental. Políglotas, bien preparados en las escasas universidades cristianas que subsisten, los árabes cristianos han sido acogidos a lo largo de los últimos decenios en casi todos los países hispanoamericanos, donde forman minorías muy activas.
¿Qué futuro espera a estos árabes cristianos? «Si nos atenemos a lo que se ve, no tenemos futuro. Nuestra esperanza era Líbano y ya se ve en qué ha quedado convertido », comenta el pensador sirio Antón Makdisi. Lorieux no quiere ser pesimista y acude a una cita de Bernanos: «El azar es la lógica de Dios», para afirmar que el azar es, en definitiva, el otro nombre de la Providencia. Dentro de ella, me atrevería a añadir, se encuentra la oración solidaria de todos los cristianos del mundo para pedir por estos hermanos tan cercanos y tan olvidados.
Manuel Cruz