El estilo de los elementos

El estilo de los elementos

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2024)

Nº PÁGINAS688 págs.

PRECIO PAPEL25,90 €

PRECIO DIGITAL11,99 €

GÉNERO

La cercanía de la materia prima ha propiciado que muchos escritores conviertan a los de su oficio en protagonistas de sus novelas, siguiendo la máxima que recomienda centrarse en aquello que se conoce mejor. Después de transitar por este camino en varias obras, la última apuesta de Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) es casi la contraria: en lugar de a un novelista, escoge a un lector que se niega a serlo, aunque sus padres le insistan y sus cualidades parezcan llevarlo en esa dirección.

Land, que comienza la novela siendo un niño desubicado, en un entorno intelectual que se desentiende de su desarrollo, concluye convertido en una especie de antiescritor que vive a través de las ficciones. El momento culminante de su infancia son los meses que pasa leyendo tras haber sido expulsado del colegio, y que marcan el giro hacia la adolescencia. Las tres ciudades a las que, más que mudarse, se escapa, añaden más capas a esta memoria de lectura.

Pese a lo voluminoso del libro, la trama es sencilla: casi ningún personaje más allá del protagonista, unos sucesos externos corrientes –salvo algunos avatares políticos muy identificables en el contexto latinoamericano– y unos lugares tan intercambiables que se llaman Gran Ciudad I, II y III. La verdadera estructura parecen componerla una figura casi mítica, el misterioso dibujante César X Drill, que ejerce de espíritu tutelar, y la influencia persistente del Drácula de Bram Stocker, del Tractatus de Wittgenstein y de la ciencia-ficción cinematográfica de los 70 y 80. Por encima de ellas solo está el manual del que se burla con cariño en el título, Los elementos del estilo, obra de referencia para los escritores americanos durante décadas, y hoy algo arrumbada por demasiado normativa y clásica.

Las innumerables ideas, sugerencias y ocurrencias que se van amontonando conforman un caudal en el que cuesta mantenerse a flote al comienzo, pero que no tarda en arrastrar al lector. En cuanto este se habitúa a las reiteraciones en el estilo y a la introspección irónica, el empeño en jugar con el lenguaje para no tener que aproximarse tanto al mundo se convierte en un festival. Es cierto que algunos números del repertorio están más logrados que otros, y la visión crítica cae a veces en lo tópico. Sin embargo, la capacidad para recrear las emociones que acompañan a las primeras lecturas es un regalo para quien atesore una mínima biografía lectora.

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