Elogio del pensar

Elogio del pensar

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2023)

Nº PÁGINAS112 págs.

PRECIO PAPEL9,90 €

GÉNERO

En Elogio del pensar, el profesor Ricardo Piñero reivindica la urgencia de la reflexión. “Pensar” es uno de esos verbos importantes para poder estar a la altura de nuestro tiempo. Esto último es tributario de que cada uno, en su biografía, haga uso del pensar para ganar conciencia de su identidad, una tarea que supera el deber para convertirse en necesidad, pues el hombre tiene sed de conocer quién es, en qué radica su valor y cuál es su fundamento. No hacerlo, por renuncia o desidia, no sólo alejaría al ser humano de la posibilidad de conducir su vida hacia los fines que le son propios, sino que incurriría en un imperdonable delito antropológico.

Se trata además de un verbo que rehúye la inmanencia. Como las abejas del poema de Virgilio, que producen la miel de la que otros se alimentan (sic vos non vobis), el pensamiento nos trasciende. Pero el ejercicio no es sencillo y hace falta acertar con los complementos. Piñero es el primero en ser consciente de ello, y ofrece al lector una mano amiga en la tarea.

En este sentido, después de una introducción en la que pensar para los demás se presenta como una vacuna, capaz de inmunizar frente al individualismo, el materialismo y el relativismo, el ensayo profundiza en cinco cuestiones o principios, sin los cuales no es posible entender al ser humano de hoy: la dignidad, la conectividad, la solidaridad, la sostenibilidad y la perfectibilidad. Una reflexión que orbita en torno a preguntas, siempre presentes, que enraízan con lo que el ser humano es en profundidad: “pensar […] nos lleva ahora a hacernos preguntas sobre el valor de la vida, sobre la vida misma, sobre qué somos, por qué somos lo que somos, cómo somos eso que somos, sobre si cualquier tipo de vida es vivible, sobre si una vida sin examen merece o no la pena ser vivida”.

La clave de bóveda, en cualquier caso, se encuentra en el epílogo. Frente al creciente discurso victimista, que hace de la queja una bandera, la alternativa pasa por interiorizar la identidad de cada uno. Una reivindicación del protagonismo propio, entendido desde la vocación de “intentar cambiar aquello que puede mejorar”. La alternativa es la pasividad, vivir en diferido.

Vivir desde el señorío que propone Piñero es sin duda una opción más arriesgada. Hay peligros, claro, y desgastes e incertidumbres que pueden generar dolor. Pero en ese riesgo radica lo humano del planteamiento. “Yo me apunto a eso, a ser protagonista de mi vida, aunque eso me lleve a desgastarme por conseguir metas complicadas, aunque eso me lleve a ciertas incertidumbres, aunque eso haga que cada día sea impredecible”.

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