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Filosofía del budismo Zen

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALPhilosophie des Zen-Buddhismus

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2015)

Nº PÁGINAS184 págs.

PRECIO PAPEL12,50 €

PRECIO DIGITAL8,99 €

TRADUCCIÓN

De los ocho libros de Byung-Chul Han (Seúl, 1959) traducidos al español, Filosofía del Budismo Zen precede a los demás en orden cronológico, por lo que resulta de especial interés para detectar algunas claves del pensamiento de este autor, presentes en los análisis socio-culturales que plantea en obras posteriores. A primera vista, budismo y filosofía pueden parecer contradictorios; como señala Han, el budismo Zen, “frente al pensamiento conceptual, acarrea una escasez de palabras y un carácter enigmático”. Pese a lo arriesgado de la empresa, Han logra elaborar un discurso sólido, comparando y contrastando budismo Zen y filosofía. Por las páginas del libro desfilan filósofos como Platón, Leibniz, Fichte, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche o Heidegger.

Además de abordar la filosofía desde una perspectiva singular, la obra es una buena aproximación al pensamiento budista. Su estilo rítmico y telegráfico, la combinación de párrafos más conceptuales con poesía “haiku”, un discurso donde la intuición prima sobre la concatenación lógica… Todas estas piezas no solo dan lugar a una sugerente exposición del budismo Zen; también iluminan una visión del mundo que, posiblemente, resulte lejana a muchos lectores. En cada capítulo, Han profundiza en algún tema clave del Zen: “religión sin Dios”, “vacío”, “nadie”, “no habitar en ninguna parte”, “muerte”, “amabilidad”.

Junto a esos aciertos, Filosofía del Budismo Zen también presenta algunos fallos. A través del contraste con el pensamiento occidental, Han se propone esclarecer nociones y actitudes propias del budismo y, en general, de la cultura del Lejano Oriente que, según dice, “está centrada en la caducidad y la transformación, más que en la identidad y la constancia”. Sin embargo, muchos de los ejemplos que toma no son los más representativos, ni los más acertados, ya que pueden llevar al lector profano a mezclar ideas de lo más diversas –el pensamiento hegeliano, el ser para la muerte de Heidegger o la mística medieval– en un mismo cajón, que Han etiqueta como “pensamiento occidental cristiano”.

Así, resulta llamativo que, después de decir que “la substancia (…) es el concepto fundamental del pensamiento occidental”, su explicación se apoye únicamente en la idea de “mónada” de Leibniz. Tampoco parece acertado explicar el acto de conocer desde las nociones de “apetito” o “posesión”, las cuales nos alejan de la idea de conocimiento “intencional” –esencial en toda filosofía realista– y nos llevan a malentenderlo como representación o copia de la realidad. Por último, sorprende que el autor emplee la noción moderna de “sujeto” como sinónimo de la idea cristiana de “persona”: “Lo mismo que el hombre, Dios ha de pensarse como un sujeto, como una persona”, afirma. Han se descubre en este libro como un gran conocedor del budismo Zen, aunque no cabe decir lo mismo en el caso de otras visiones y, en especial, del pensamiento cristiano, equivocadamente referido por él como una “forma de interioridad narcisista”.

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