Paidós. Barcelona (1999). 286 págs. 1.950 ptas.
Esta obra del pensador Raymond Aron (1905-1983), en la que teoriza sobre la democracia y la revolución, es fruto de unas lecciones impartidas en la Escuela Nacional de Administración francesa en 1952. El hecho de que el destinatario original de la disertación de Aron fuera un auditorio estudiantil, al que se dirige con un lenguaje de marcado carácter didáctico, contribuye a una fácil comprensión del texto por parte del lector no avezado en materia de filosofía política.
En la introducción, Aron analiza las principales familias ideológicas existentes en Francia, deteniéndose en las filosofías políticas de Alain y de Maurras. En la primera parte del libro, que versa sobre la democracia, sigue el modelo de las democracias occidentales por contraposición a las populares, definiendo la democracia como la organización de la competencia pacífica con miras al ejercicio del poder. La definición se realiza sobre las instituciones y no sobre las ideas. Muestra lo que es la democracia viendo qué son y cómo funcionan sus instituciones, advierte las ventajas y los inconvenientes, y describe la inestabilidad y la evolución de los sistemas democráticos.
Rasgo fundamental de la democracia es la aceptación de los compromisos entre los grupos. Para Aron, la democracia es, con mucho, el régimen menos imperfecto, al ser el que más limita la arbitrariedad de los gobernantes. Es, por tanto, el que menos corrompe y el que comete menos excesos.
En la segunda parte expone, a partir de un concienzudo y aleccionador examen de los textos marxistas, las ideas directrices de las democracias populares de partido único propias de los regímenes comunistas.
Para Aron, las nociones de democracia y revolución son antitéticas. La democracia es la pluralidad de partidos, el procedimiento electoral, la aceptación del otro. La revolución es la negativa a aceptar al que piensa distinto de uno, es la ruptura de la legalidad. Mientras que la democracia es la competencia pacífica por el ejercicio del poder, la revolución consiste en la violencia, y como la violencia siempre tiene necesidad de legitimación, se encarna en la idea del partido, el partido revolucionario, que a su vez, se encarna en el proletariado.
Aron fue consciente de que existen posibilidades de sistemas mejores o menos buenos, y la posibilidad, en fases excepcionales, de un equilibrio satisfactorio; pero, según él, no hay posibilidad de una suerte de estabilidad del orden político y social, el sueño de quienes tienen fe en el fin de la Historia.
Raymond Aron no pudo ver la caída de los regímenes comunistas sobre cuyo modelo teorizó en su libro, escrito en plena guerra fría. Dicha caída, si no ha supuesto el fin de la Historia, tal y como lo entendía el autor, sí ha contribuido, en cambio, al nacimiento de una nueva era de equilibrio satisfactorio mundial que cada día es menos excepcional.
Raúl Mayoral Benito