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Las cosas de este mundo (Poesía 1991-2011)

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNPalma de Mallorca (2023)

Nº PÁGINAS80 págs.

PRECIO PAPEL12 €

GÉNERO

Salvo en dos episodios en que se malogró la grabación, en los diez de la serie televisiva Decálogo (1989), de Krzysztof Kieślowski, aparecía, durante unos intrigantes segundos, un personaje sin nombre, sin diálogo, sin interlocutores. Ese alguien misterioso se prestaba a interpretaciones enigmáticas: ¿encarna al director quizá?; ¿suple esa mirada al espectador?; ¿es la conciencia del protagonista de cada capítulo?; ¿un ser providencial? Hitchcock se inventó el MacGuffin: un objeto, unas palabras, una excusa para hacer rodar la trama y sus actores, que finalmente no resulta tan decisivo.

Similar apoyo, pero más relieve, adopta, tras casi treinta años sin publicar poesía, el conocido narrador de novelas y cuentos –sobresalientes cuentos y microrrelatos– Pedro Ugarte (Bilbao, 1963), que va enhebrando las palabras del título de este libro, Las cosas de este mundo, en varios de los treinta poemas. Ese engarce sugiere tanto el misterio de seguir vivo como la realidad y sus tercas lecciones, las incomprensibles marcas de la vida y sus rencorosas heridas o lo que acaba provocando sufrimiento.

Los versos tienen cierto sustento narrativo, fundamentado en lo que suena a experiencia propia del escritor: el acabamiento de un perro ya viejo en “El oficio de Dios”, o la suma de emociones por dejar un territorio propio –el piso– que ocuparán y cambiarán otros pronto (“Mudanza”), o la “Ceremonia civil” en un tanatorio donde a los cristianos les falta gallardía para rezar ante los demás, o el declive de un barrio bien de Bilbao, “Indautxu”. Son de las mejores piezas del libro.

Humor, socarronería, amoríos pasados, poeterías juveniles, y a la vez pericia técnica –endecasílabos y alejandrinos con cadencia severa o ritmos ágiles– y la ironía de la emoción perfilan reproches, remembranzas, visión clara y medio amarga de la decrepitud de una civilización, ejemplificada en parte en su ciudad natal, el gran Bilbao, aunque con una buena capa de esperanza. “De mis tiempos rebeldes sólo queda/la costumbre de ir a misa”.

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