Barricadas, pintadas y atrevidos eslóganes aparecen en la memoria de aquel mayo del 68. En su libro, Josemaría Carabante intenta ir más allá de estas imágenes hasta llegar a una profunda comprensión de aquellos sucesos: “Las revueltas del 68, nacidas de la insatisfacción de la juventud, depararon cosas buenas y malas, como todo hecho histórico”.
Explica Carabante que, después de algunos años de desencanto, y a raíz de la última crisis económica, ha regresado con nueva fuerza la nostalgia del 68. “Se ha perfilado una nueva cultura política contestataria, de estilo populista, que blande las consignas libertarias de entonces y que, al hastío de la juventud, añade ahora el descontento por las penurias y desigualdades provocadas por el último capitalismo, un componente que faltaba en los levantamientos estudiantiles”. Por esto, parece que para comprender la actualidad necesitamos volver a los hechos de aquel año.
El autor consigue hacer un mapa de la revuelta: desde Nanterre o París hasta Tokio, pasando por los hippies en Woodstock. Intenta explicar brevemente lo que aconteció durante aquellos días para luego adentrarnos en lo que permanece: la herencia cultural y psicológica. Esta es una de las claves del libro: es en “el ámbito de la cultura, en el de los valores, en el de nuestra propia identidad, incluso en el de la estética donde pervive todavía el legado de los sesenta”.
El libro muestra las ideas de las que se nutrió el movimiento. Marx, Nietzsche y Freud, principalmente, y otros como Marcuse y Debord, tuvieron un influjo decisivo en la articulación de los postulados de aquel mayo. La reivindicación del yo individualista, la lucha contra la autoridad y la abolición de los tabúes sexuales son tan solo algunas de las ideas tomadas de estos maestros de la sospecha que los jóvenes del 68 intentaron abanderar.
El autor intenta también desarrollar las aportaciones de aquellos intelectuales rebelados contra su época, los posmodernos, y su intento fallido por superar aquello que los definió. Es también un acierto que en el relato se da voz a quien se opuso a las huelgas: la inclusión de Raymond Aron y su descripción del movimiento como un “psicodrama” es un valioso aporte para quien se pregunta hoy por lo que ocurrió aquel año.
El libro acaba con la mirada en el hoy: ¿en qué actitudes se concreta esa herencia del 68 de la que venimos hablando? “La autenticidad, ese filón romántico que explota el individualismo, los estilos de vida hedonistas, la centralidad que adquiere el yo y el impulso libertario”. Estas se reconocen como algunas de las más notorias características de nuestra sociedad y que se traducen en un relativismo moral, en una impostura de la transgresión y en una dictadura de la diferencia por la diferencia.
Pero no todo son pérdidas, dice Carabante, y acaba el libro con una nota positiva, mostrándonos las “brechas esperanzadoras” en nuestra cultura actual: “El cuestionamiento de las identidades personales, por ejemplo, la importancia que adquiere la dimensión emotiva, la plasticidad de la esfera pública y el intenso contacto entre culturas y cosmovisiones diferentes”, que, unidas a la búsqueda de la verdad, determinarán la auténtica revolución.