Mi siglo. Confesiones de un intelectual europeo

El Acantilado. Barcelona (2009). 1.072 págs. 39 . Traducción: J. Slawomirski y A. Rubió.

TÍTULO ORIGINALMoj wiek

Parece que la literatura polaca del siglo XX nunca va a dejar de sorprendernos. Pienso en Milosz -quizás el mayor poeta de los últimos cincuenta años-, en Herbert, en Szymborska, en Zagajewski o en Czapski. Pienso también en Aleksander Wat (1900-1967), poeta vanguardista nacido en Varsovia, judío converso al catolicismo y, sin duda, uno de los grandes memorialistas del horror del totalitarismo.

Ante todo, decir que Mi siglo. Confesiones de un intelectual europeo dista de ser un libro al uso. Escritas, o más bien dictadas por su autor a Czeslaw Milosz, las memorias de Wat responden a la forma de diálogo entre dos poetas de una hondísima cultura y de una gran profundidad. A lo largo de sus páginas asistimos a un ensayo sobre la historia europea, con importantes incursiones en la sociedad y en la literatura polaca de entreguerras.

Para un lector medio, puede darse el caso que no interesen ciertas páginas dedicadas a determinadas vanguardias artísticas de la Polonia de los años veinte y treinta o a la intrahistoria política del país en aquellos años. Pero no por esto debería renunciar a la lectura de Mi siglo: conozco pocos testimonios tan lúcidos y estremecedores como este libro sobre lo que supuso el comunismo soviético y las cárceles rusas. Así, por ejemplo, leemos: “El comunismo es enemigo de la interiorización, del hombre con vida interior. […]. Para injertar en el alma el decálogo comunista, hay que matar previamente la vida interior del hombre”. Las mejores páginas de Mi siglo constituyen, por tanto, una potente reflexión biográfica sobre el sentido de la libertad y del bien, y sobre las consecuencias devastadoras del mal sobre la persona.

No es lo único que ofrece el libro. Asistimos a la conversión de Wat -el cristianismo, por ejemplo, le parece la evolución natural del judaísmo- y a diálogos y escenas sobrecogedoras que tienen lugar en las cárceles soviéticas. Una de las más impactantes, y también de las más conocidas, tiene lugar en la temible cárcel de Lubianka, en Moscú, donde Wat escuchó a lo lejos los fragmentos finales de La Pasión según san Mateo, de Johann Sebastián Bach. Wat cuenta cómo esa música, escuchada en la soledad de la cárcel, le transfiguró y le hizo creer de nuevo en la esperanza de la salvación: “En mi actitud ante el cristianismo -escribe-, la resurrección era el punto que provocaba mi rechazo más fuerte. Pero en esa música resonaba el anuncio de la resurrección. Había una pasión, pero -como suele ocurrir en Bach- también una exultación, exultavit, una consonancia con la savia de una vida renaciente.”

Escrito con el rigor de los grandes intelectuales, las memorias de Aleksander Wat asombran por su capacidad para diseccionar los rostros del mal en la Europa de los totalitarismos.

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