“La única manera de que respete a un hombre es cuando esté embarazado de un feto no binario”. Este reciente tuit de Titania McGrath, tomado al azar, condensa la brillantez satírica de esta cuenta que ha hecho furor en los usuarios cansados de corrección política y linchamientos mediáticos. El mensaje refleja resentimiento de género, trae la moda de la transexualidad y afronta una imposibilidad bio-lógica (sic). Es decir, asoman algunos de los temas más candentes de las denominadas guerras culturales, donde la izquierda cultural posmoderna está ganando por goleada al resto del espectro político.
Titania McGrath supone un contraataque desde la reducción al absurdo y la irreverencia. Es una cuenta falsa y satírica creada por Andrew Doyle, un humorista que trata de ensanchar los límites de lo decible y un sólido columnista en las vibrantes y contraculturales Spiked y The Spectator. Su Titania McGrath se presenta como azote del sistema, como alguien capaz de detectar injusticias flagrantes en los detalles más peregrinos, desde un formulario “patriarcal y tránsfobo” donde aún aparecen las palabras padre y madre, hasta el micromachismo del aire acondicionado en un ayuntamiento. No en vano el libro se titula Woke, que es el término que se utiliza en inglés –y cada vez más también en español– para referirse a aquellas personas hipersensibles con las identidades colectivas (raza, sexo, género).
Titania McGrath es, así, el epítome del activista social en redes y medios de comunicación. Domina la jerga donde imperan los plurales inclusivos con “x”, donde los pronombres en tercera persona ovillan la gramática, donde interesarte por el lugar de procedencia de alguien puede ser un síntoma de racismo intolerable o donde el diálogo intelectual deriva en delito de odio en menos de lo que se tarda en deletrear “interseccionalidad”. Ya lo advierte McGrath en su capítulo dedicado al funcionamiento de twitter: “Si no quieres que te censuren, no digas algo incorrecto. Es así de sencillo”.
En Woke –un libro ligero e ingenioso–, el eufemismo es la norma y sus páginas van cargadas de palabras aderezadas con el sufijo “-fobia”. Por algo se presenta como una guía de autoayuda para navegar el proceloso mundo de la justicia social que, fraguado en las universidades, se va extendiendo como una mancha de aceite por redes sociales, grandes corporaciones, instituciones culturales y medios de comunicación. “Como icono millennial a la vanguardia del activismo en redes, estoy excepcionalmente capacitada para guiarte a través de la apabullante multitud de conceptos que contiene la doctrina woke actual. En pocas palabras, soy mucho mejor persona que tú”.
La gracia, obviamente, está en llevar este planteamiento al extremo; estamos ante una sátira. Mediante este mecanismo, McGrath enfrenta la lógica de la diversidad identitaria a sus propios callejones sin salida: “Resiste con cada gesto la epidemia de apropiación cultural. Hay que controlar los límites raciales. Al contrario que el género, que es completamente fluido”. McGrath apunta similares contradicciones con respecto al doble estándar del feminismo de cuarta ola con respecto al islam, el fascismo del antifa, el choque entre el adorado multiculturalismo y los derechos de los homosexuales fuera de occidente o el asunto del deporte femenino y la transexualidad, por citar algunos ejemplos.
La mayor pega que puede ponerse a este refrescante pastiche es el empleo frecuente de lenguaje soez, a veces exagerado. Pero hasta en esto Doyle –que se doctoró en Oxford con una tesis sobre poesía renacentista– busca meter el dedo en el ojo. En su afán por introducirse en la piel de su personaje –Titania se presenta como una aguerrida poeta feminista interseccional–, adopta los tics de aquellos que esconden su falta de talento artístico bajo el disfraz de la indignación de saldo y han sustituido la búsqueda de la belleza por un mal gusto politizado y subvencionado.
Todo esto evidencia que Woke no se queda en una simple colección de guasas y excesos. No es un tratado filosófico, ni lo pretende, pero actúa, por ejemplo, como complemento ideal para el más serio y documentado The Madness of Crowds, de Douglas Murray, que se publicará en España en diciembre. Porque la carcajada viene con una carga de profundidad en Woke. Y es que ya lo advirtió Churchill: “Una broma es una cosa muy seria”.