El éxodo de médicos y enfermeros africanos

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Éxodo de médicos africanos

Un médico en Abiyán (Costa de Marfil) (CC Aristidek5maya)

La Unión Europea cuenta, de media, con 43 doctores y 99 enfermeros por cada 10.000 habitantes. Sin embargo, en África subsahariana, las cifras son muy distintas: 8 y 18, respectivamente. Así lo reflejaba el informe La movilidad laboral como oportunidad para la salud global. Una perspectiva africana, presentado a finales del 2022 en Bilbao y elaborado por las fundaciones Anesvad y PorCausa. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se necesitan alrededor de 23 médicos, enfermeras y matronas por cada 10.000 habitantes para brindar servicios esenciales a la población.

Pero en Níger, por ejemplo, hay un total de 0,2 médicos por 10.000 habitantes, cifra similar a la de otros países africanos, como Etiopía, Mozambique o Senegal, en los que ni siquiera pueden alcanzar la tasa de 1 por 10.000. Según la OMS, 20 países de la región están por debajo de los 2,7 médicos por 10.000 habitantes y se calcula un déficit total de 850.000 facultativos.

Los autores del informe destacan dos preocupaciones fundamentales: hay una evidente carencia de sanitarios en los países al sur del Sahara, y, de los que hay, muchos deciden –desgraciadamente– marcharse al extranjero.

“Se rompió el equipo de radioterapia (y no hay más)”

Hay un flujo incesante de africanos que abandonan su continente cada año, pero no emigran ilegalmente. Viajan con visados y papeles en regla y tienen un contrato de trabajo. Son los médicos y enfermeros contratados en Europa, Norteamérica y otros lugares por centros sanitarios públicos y privados, como han documentado expertos como Anna Bono y varios estudios e informes de multiforme tipología.

En medio de esta hemorragia, el gobierno francés, por ejemplo, prepara un proyecto de ley de inmigración e integración en el que prevé introducir un permiso de residencia especial (por trece meses, renovable una sola vez) para profesionales de los que hay escasez en el país, entre ellos los médicos extranjeros de cualquier especialidad, así como comadronas, odontólogos y farmacéuticos. Distintas voces han pedido que se retire esa disposición, porque temen que contribuya a impulsar el éxodo africano: no hay que olvidar que, en concreto, el África francófona es la segunda fuente de médicos extranjeros en Francia, que son el 16% del total (la media de la OCDE es el 25%).

Los médicos africanos se marchan por varias razones. Quizá la más importante sean las difíciles condiciones en las que a menudo se ven obligados a ejercer su profesión, sobre todo si están empleados por el sistema sanitario público. En muchos hospitales escasean los medicamentos, los equipos y los suministros sanitarios esenciales. Urge, por tanto, que los gobiernos del continente, que gastan solo una media del 5,8% de su PIB en sanidad, inviertan masivamente en mejorar sus sistemas, cuyas deficiencias han quedado al descubierto por la crisis sanitaria.

“El salario, aunque crucial, no lo es todo. El talento que tenemos aquí busca mejores condiciones para ejercer su arte”

“El salario, aunque crucial, no lo es todo. El talento que tenemos aquí busca mejores condiciones para ejercer su arte”, afirma Daniel Mabongo, presidente del Sindicato de Médicos de Camerún, que ve cómo un tercio de sus especialistas abandona el país cada año. Se trata de “una profesión que, no lo olvidemos, es ante todo una vocación”.

En Uganda, por ejemplo, la única máquina de radioterapia se averió en 2016 y no fue sustituida hasta 2018. Solo hay un médico por cada 25.000 habitantes en el país. Incluso en condiciones normales, en casi toda África los hospitales y clínicas funcionan con dificultades y las ineficiencias son enormes. Si se produce una emergencia, la situación se vuelve crítica tanto para los pacientes como para los médicos. Los médicos y enfermeros que en 2022 trataron en Uganda a pacientes de ébola, una enfermedad muy contagiosa con una tasa de moratlidad de hasta el 90%, lo hicieron en condiciones extremas de riesgo, sin mascarillas, guantes, monos ni botas, obligados a tocar a los enfermos con las manos desnudas.

También los salarios inadecuados son una razón para que los trabajadores sanitarios emigren. Los que no consiguen trabajo en una clínica privada, a menudo apenas ganan lo suficiente para mantener un nivel de vida medio-bajo. En Zimbabue, el salario de una enfermera en su primer contrato es de unos 200 dólares: demasiado poco, incluso comparado con el coste de la vida local. Como todos los funcionarios, los trabajadores sanitarios también viven en la incertidumbre porque los gobiernos en dificultades económicas no dudan en suspender el pago de sueldos y salarios incluso durante meses.

Tampoco en la privada las cosas van mejor

También el hecho de no encontrar trabajo en su país puede inducir a los médicos a aceptar ofertas de trabajo en otros continentes. Mozambique es un caso llamativo. El país sólo cuenta con 2.360 médicos, siete por cada 100.000 habitantes, y sin embargo en 2021, en plena pandemia de Covid-19, 200 licenciados en medicina estaban en paro. Incluso en Camerún, una reciente disposición gubernamental que restringe la contratación de nuevos licenciados en medicina para frenar el gasto público está obligando a los jóvenes médicos a buscar empleos alternativos.

Nigeria es uno de los países que más personal médico está perdiendo. Con una población de más de 210 millones de habitantes, necesitaría al menos 363.000 médicos, pero solo tiene 24.000 en activo: uno por cada 30.000 habitantes en algunos estados del sur y uno por cada 45.000 en los del norte. Sin embargo, la Asociación Médica de Nigeria afirma que de 1963 a 2019 se graduaron en medicina unos 93.000 nigerianos. Pero en los últimos ocho años, solo al Reino Unido han emigrado por lo menos 5.600 médicos de formados en Nigeria. Según un informe publicado en agosto de 2022 por el gobierno británico, 13.609 trabajadores sanitarios nigerianos, incluidos médicos, obtuvieron permisos de trabajo en 2021, lo que convierte a los nigerianos en los empleados extranjeros más numerosos en el sector sanitario, solo superados por los indios (que son casi 43.000).

Otros destinos elegidos por los médicos de Nigeria son Estados Unidos y países de Oriente Medio como Arabia Saudí, Qatar y Omán. La situación ha degenerado de tal manera en los últimos meses que –como ha informado Le Monde– un diputado del país africano, en un intento por retenerlos, presentó a principios de abril pasado un proyecto de ley que obligaría a los médicos a ejercer durante cinco años en Nigeria antes de obtener su diploma y la posibilidad de marcharse al exterior.

Décadas de abandono y ausencia de inversión han destruido el sistema de sanidad de Zimbabue, otrora la envidia del continente

Para Emeka Orji, presidente de la Asociación Nigeriana de Médicos Residentes (NARD), la propuesta de norma “contra la fuga de cerebros” es “draconiana e imposible de aplicar”, y pide que se retire inmediatamente. Preferiría que “el problema se atajara en su origen”, mejorando las condiciones de trabajo y los salarios del personal sanitario nigeriano. Los médicos no se benefician de seguros ni de otras prestaciones vinculadas a los riesgos profesionales, que se ven agravados por la falta de equipos de protección en los hospitales públicos. Pero las deserciones son igual de elevadas en los establecimientos privados, donde los salarios no suelen ser mucho mejores.

La situación en Zimbabue también es especialmente crítica. En menos de dos años, a partir de 2021, el país ha perdido más de 4.000 médicos y enfermeros, y las salidas van en aumento: en 2021 y 2022 se duplicaron respecto a 2020 y se triplicaron respecto a 2019. La escasez de personal en los hospitales públicos ha alcanzado niveles de emergencia, y en algunos casos se ha hecho imposible programar turnos. Incluso algunos hospitales de la capital, Harare, están cerrados por falta de personal. Otros sobreviven recurriendo a licenciados y no licenciados.

Las instalaciones sanitarias públicas de Zimbabue fueron en su día la envidia de otros países del África subsahariana. Décadas de abandono y ausencia de inversión han destruido todo el sistema. En 1992, la primera esposa del expresidente Robert Mugabe, Sally, aquejada de insuficiencia renal, decidió confiar en los cuidados de un hospital público, lo que le costó la vida. Desde entonces, y hasta su muerte, su marido estuvo recibiendo tratamiento en una clínica privada de Singapur.

Los jefes de Estado y de gobierno, ministros y parlamentarios africanos suelen recibir tratamiento médico en el extranjero, hasta el punto de que se ha acuñado para ellos la expresión «turismo médico». Desde hace unas semanas, el presidente saliente de Nigeria, Muhammadu Buhari, se encuentra en Londres para recibir tratamiento dental. En esa ciudad ha estado en varias ocasiones para someterse a tratamientos prolongados.

Las ONG, al rescate

Cabría pensar que este éxodo deletéreo se produciría en contra de la voluntad de los gobiernos y provocaría reacciones entre la población que se lleva la peor parte. En cambio, ocurre que los propios gobiernos firman acuerdos para regular el flujo.

Así, el de Kenia, en lugar de contratar para suplir la escasez de personal sanitario, ha firmado un acuerdo con el gobierno británico que permite a los médicos y enfermeras en paro ir a trabajar al Reino Unido. Los que quieran ser contratados deben hacer un examen de inglés. El año pasado suscitó revuelo y escándalo, primero, la noticia de que la mayoría de las enfermeras examinadas habían sido rechazadas, y luego, que el gobierno británico pretendía revocar el acuerdo porque Kenia había sido incluida en una lista de países con escasez de personal sanitario (cosa que luego parece que no hizo).

Mientras tanto, decenas de miles de médicos y enfermeras extranjeros trabajan sin descanso, a menudo con una dedicación heroica, en los innumerables centros de salud repartidos por todo el continente, incluso en las zonas más remotas, peligrosas y de difícil acceso, financiados y mantenidos por ONG grandes y pequeñas, obras misioneras y otras instituciones, gracias a las cuales millones de africanos reciben una atención médica de la que, de otro modo, se verían privados.

“Está claro que los gobiernos africanos por sí solos no pueden resolver los problemas sanitarios del continente. La única alternativa que tenemos es buscar apoyo en el sector privado para dotar de más financiación al gobierno”, afirma Aigboje Aig-Imoukhuede, presidente de Africa Initiative for Governance. Un sector privado que, valga decir, está fundamentalmente representado por la Iglesia católica y todas sus instituciones, que son las que de hecho resuelven tantos problemas de asistencia y de cercanía a la población.

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