Contrapunto
Los que se muestran alarmados por el aumento de la población citan sobre todo el caso de África, que es el continente con mayor crecimiento demográfico. Tan preocupados están que algunos arremeten contra Juan Pablo II, culpable de oponerse a que la Conferencia de El Cairo fomente las campañas antinatalistas y el aborto. Pero, se piense lo que se piense sobre el tema, parece fuera de lugar centrar el problema en «la obsesiva presión de la Iglesia»: los católicos sólo suponen en África el 14% de la población, por lo que el Papa difícilmente podría imponer su opinión a todo un continente.
Probablemente es más exacto pensar que los africanos tienen ideas propias sobre el tema. El año pasado la Academia Africana de Ciencias se negó a firmar una declaración promovida por academias de ciencias occidentales, en la que se propugnaba el «crecimiento demográfico cero» (ver servicio 159/93). En su nota decían: «En África, la población sigue siendo un importante recurso para el desarrollo, sin el cual los recursos naturales del continente quedarían latentes y sin ser explotados». También advertían que en algunas partes de África la escasez de población es un problema grave. Y subrayaban que los africanos consideran muy importante el matrimonio (del que no se habla en absoluto en el documento preparatorio de El Cairo), tanto para la ayuda entre los esposos como para la procreación. Pues no hay que olvidar que las culturas africanas valoran de modo positivo la fecundidad. Y quizá también la mujer africana quiere liberarse de la imposición de ideas ajenas sobre la regulación de la natalidad.
En su afán de achacar el origen de todos los males al aumento de la población, no podían faltar los que le atribuyen un papel decisivo incluso en las guerras civiles, como la de Ruanda. Es cierto que Ruanda tiene una alta densidad de población (284 habitantes por kilómetro cuadrado en 1991). Pero sin duda en las guerras civiles intervienen otros muchos factores: basta observar que también las hay en países poco poblados como Somalia (12 h/Km2) o Angola (8 h/Km2). Ni tampoco una alta densidad de población como la de Isla Mauricio (523 h/Km2) ha impedido un pacífico desarrollo, con una de las más altas rentas per cápita del continente. Son datos que no se pueden ignorar, a no ser que se intente imponer también un control de la lógica.
Ignacio Aréchaga