El Mundial de Messi

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El Mundial de Messi

Celebración de la Copa Mundial de Fútbol en Argentina el 19 de diciembre (foto: Danisa Greco)

 

Buenos Aires.— El domingo 18 de diciembre Argentina ganó el Mundial de fútbol y el país celebra una victoria que debe al capitán de la selección. ¿Solo el talento explica el fanatismo que despierta Lionel Messi?

Argentina se consagró campeón del torneo mundial de fútbol, pero hoy Argentina no habla de la copa que ganó, en Argentina solo se habla del mundial que ganó Messi.

Siete veces ganador del balón de oro; número uno en los rankings; reconocido como el mejor jugador de la historia por encima de figuras legendarias como Maradona y Pelé. La esperanza de la victoria estuvo puesta en el talento extraordinario de este hombre que no llega al metro setenta, pero eso no lo explica todo.

El fenómeno Messi rompe las categorías que habitualmente unen a un equipo, a una hinchada, a un país. Aquí hay algo nuevo. Un liderazgo de expresiones contradictorias:

Es el crack que mira hacia abajo sonrojado cuando se habla de él.

Es el goleador que regala pases magistrales.

Es el capitán que se aparta del grupo para buscar al que quedó rezagado de la emoción.

Es el hombre que si le preguntan cuándo cambió su actitud en el juego, responde que fue tras la llegada de su primer hijo.

De esa persona habla hoy Argentina. Por esa persona, Argentina quería la copa. En los bares, en las plazas, en las casas no se habla de jugadas, de goles ni atajadas, se habla de la humildad de Messi. Antes, durante y después, pasada la euforia de la victoria, se habla de la humildad de Messi.

Un líder

“Messi es difícil de describir. Las palabras se quedan cortas, cuando todos pensamos que ya hizo todo, todavía tiene algo más para dar”, dice Lionel Scaloni. Hasta él, el entrenador del equipo albiceleste, se asombra de la influencia de este líder en su equipo: “Sus compañeros quieren ganar por él”, asegura.

Se trata de toda una generación que creció viéndolo jugar, y se entrenó viéndolo ser él mismo. Cuando Messi jugó su primer Mundial, la edad de quienes lo acompañaron en la última Copa del Mundo era de un promedio de 10 años. Estos jugadores lo vieron derrochar talento y no ganar. Vieron también su espíritu de superación que lo hizo perseverar a pesar de las críticas de su propia gente, las que más duelen.

Esta copa ha unido al país de las grietas. La agonía y el éxtasis de ser argentino se expresó con toda la fuerza de expansión que permiten las redes, y expuso la solidaridad de este pueblo: una señora que festejaba sola fue adoptada por un grupo de jóvenes que la nombraron “La abuela”, compusieron un canto que fue trending topic y la acompañaron en los sucesivos partidos; un anciano vio los cuartos de final en el televisor de una tienda de electrodomésticos, sentado en una silla ubicada en la vereda, su imagen se viralizó y recibió de regalo una TV último modelo. Un comerciante de telas arrojaba por la ventana metros celestes y blancos para que los fanáticos festejen; familias amenizando el paso para esperar a un niño…

Entre los cientos de imágenes de los festejos, hay una que se ha instalado en las redes: Lionel Messi en el estrado rodeado de su familia. Tranquilo, como en su casa, con la sonrisa satisfecha y la mirada perdida. A la clásica pregunta de los periodistas: “¿Qué se siente ser campeón, Lio?”, reaccionó con una buena jugada, enviando la respuesta al córner: “Sabía que esta vez Dios me la iba a regalar”.

 

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