La Formación Profesional (FP) aparece cada vez más como un arma importante para reducir el paro. Al mismo tiempo, contar con trabajadores bien cualificados es una baza decisiva para incrementar la competitividad, exigencia insoslayable de las empresas españolas ante el Mercado Único europeo. Por lo tanto, es preciso que la FP alcance en España un papel protagonista, tanto en el sistema educativo como en la empresa. Éste es el mensaje del estudio La Formación Profesional en el nuevo contexto europeo, elaborado por el Consejo Superior de las Cámaras de Comercio.
«La relación entre desarrollo y formación está sobradamente contrastada, aunque no siempre ha sido realzada en sus justos términos», afirma el estudio. En España, este aspecto ha estado desatendido. La nueva concepción de los estudios de FP, planteada dentro de la reforma escolar, es otro intento de prestigiar una formación en la que hasta ahora no se ha acertado (cfr. Suplemento 3/93). Pero esto exige la colaboración entre los poderes públicos y los agentes sociales para incrementar los recursos dedicados a la FP. En relación con el Producto Interior Bruto (PIB), España dedica a la formación la mitad que los países de la OCDE. Las empresas nacionales, por su parte, sólo asignan a este concepto -en relación con los costes laborales- una séptima parte de lo que dedican sus homólogas comunitarias.
La última Encuesta de Coste Laboral, realizada por el Instituto Nacional de Industria, revela que, en el conjunto de los sectores, el gasto dedicado a FP por las empresas españolas equivale a menos del 0,2% del coste laboral, frente al 1,5% de promedio en las empresas comunitarias.
El sector servicios lo cuida más
Por sectores, se observa que las actividades de carácter terciario dedican más dinero a la formación del personal que las industriales, tanto en términos absolutos (gasto por trabajador ocupado) como relativos (porcentaje del coste laboral que supone el gasto de formación). Mientras que las empresas de servicios destinan a formación 4.600 pesetas por trabajador -lo que equivale a algo más del dos por mil del coste laboral bruto-, las industriales sólo invierten el 1,6 por mil (unas 3.600 pesetas) y las constructoras ni siquiera llegan al uno (mil pesetas por trabajador).
Dentro del sector servicios, las actividades con más volumen de trabajadores -comercio y hostelería- tan sólo alcanzan la mitad de la cantidad media invertida en FP por empleado en el conjunto del sector. En el extremo opuesto, las entidades financieras y las aseguradoras dedican el triple de la media.
En la industria también son las ramas de actividad con más trabajadores -las compañías manufactureras- las que menos gastan en capital humano, mientras que las más capitalizadas -las del sector energético- invierten entre tres y seis veces más que aquéllas.
Amayor tamaño, más formación
Otro aspecto significativo que refleja el informe es que cuanto mayor es la empresa más dinero dedica en proporción a la formación de los trabajadores. En efecto, las empresas más pequeñas sólo gastan el equivalente al 0,6 por mil del coste laboral neto por trabajador -mil pesetas-; las empresas medianas (entre 20 y 199 trabajadores) invierten el 0,9 por mil -dos mil pesetas-; y las empresas con más de doscientos empleados destinan el 2,9 por mil, es decir, 8.400 pesetas.
Según la encuesta sobre la Negociación Colectiva en las Grandes Empresas, el mayor gasto medio en formación se da en las empresas con cinco mil o más empleados en plantilla. Esto no basta para calificar de positivo el panorama de las empresas de mayor tamaño, advierte el informe del Consejo Superior de Cámaras. Pero sí hace ver que los problemas más graves de formación continua se encuentran en las pequeñas y medianas empresas, que constituyen el 90% del tejido empresarial español.
Pero las empresas españolas empiezan a valorar el alcance de la FP. En 1988 la proporción de trabajadores que recibían algún tipo de formación superaba ligeramente el 30%, mientras que ahora se acerca al 40%. Sin embargo, sólo en las compañías con 500 o más trabajadores se registran unos valores aceptables. Conviene destacar también que el esfuerzo formativo de las empresas se orienta más al reciclaje de la plantilla consolidada que a la formación de nuevos trabajadores.
Existen, por último, dos hechos significativos. El primero es que las empresas con beneficios se preocupan más de la formación, tanto en términos de gasto como de número de trabajadores implicados. El segundo es el mayor esfuerzo formativo realizado en las empresas públicas frente a las privadas, lo que puede explicarse por el hecho de que aquéllas son de un tamaño netamente superior al de éstas.
Antonio Alcolea