Centrales nucleares y futuro energético

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Centrales nucleares y futuro energético
Central nuclear de Cofrentes (Valencia) / CC DnTrotaMundos

Central nuclear de Cofrentes (Valencia) / CC DnTrotaMundos

 

Unos países, como Alemania o España, abandonarán la energía nuclear. Bélgica, que había decidido lo mismo, da marcha atrás, y Japón, que tenía paradas la mayoría de sus centrales tras el desastre de Fukushima, va a reactivarlas casi todas. China y una treintena de países están construyendo o tienen planeadas medio millar en total. La disparidad es reflejo de las dos caras de la energía nuclear: sus riesgos y su contribución para reducir las emisiones de carbono. La decisión es política, pero implica aspectos técnicos decisivos que es necesario prever con muchos años de antelación.

Hoy día, en el debate sobre la energía nuclear, un factor muy relevante es su posible papel en la transición energética. A finales de 2018, el Parlamento Europeo promulgó un reglamento, ratificado a continuación por el Consejo, sobre la gobernanza de la Unión Europea en materia de energía y acción por el clima. El gobierno español, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), aprobó y remitió un plan a la Comisión Europea para dar cumplimiento a este reglamento: se trata del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030.

Según el Ministerio, el PNIEC persigue una reducción de un 23% de emisiones de gases de efecto invernadero respecto de las habidas en 1990. Se trata de un esfuerzo ―prosigue el texto ministerial― coherente con un incremento de la ambición a nivel europeo para 2030, así como con el Acuerdo de París, la Agenda 2030 y el Marco de Sendai sobre la atenuación del riesgo ante desastres, los documentos que marcan las pautas que se están siguiendo con el objetivo de reducir las emisiones de CO2 y frenar el cambio climático.

La descarbonización debe proceder de la reducción del recurso a los combustibles fósiles, por lo que el descenso de emisiones pasa necesariamente por la potenciación de las energías renovables, básicamente sol y viento. Pero, ¿qué hacer con las centrales nucleares? Estas no producen CO2, pero generan residuos radiactivos y contemplan peligros sustanciales en caso de accidente o de acciones bélicas o terroristas, como actualmente comprobamos en Ucrania en la central de Zaporiyia, debido a la guerra ruso-ucraniana, o ya acusamos hace años en el accidente nuclear de Chernóbil (1986) o en el desastre natural de Fukushima (2011).

Parón en unos países, expansión en otros

En esta línea, el Gobierno ha instruido el 7.º Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR), que es el instrumento que establece la política sobre su gestión, así como el desmantelamiento y clausura de las instalaciones nucleares en operación actualmente. Este plan incorpora, entre otras propuestas, las siguientes:

  • Las centrales nucleares españolas cesarán su actividad productiva entre 2027 y 2035, de acuerdo con el PNIEC.
  • Se iniciará el desmantelamiento de las centrales nucleares en parada a los tres años de su cese de operación definitivo.
  • Se incrementará la capacidad de los almacenes de residuos actuales y se construirán otros nuevos.

Actualmente, en el mundo hay 437 centrales nucleares en funcionamiento y 59 en construcción

Los partidarios de la energía nuclear tienen sus razones, como también las tienen sus detractores. Todo el mundo entiende que hemos de cuidar el planeta y a sus habitantes, pero eso, ¿cómo se hace? No se trata aquí de apoyar una opción u otra, ambas legítimas, cada una con sus ventajas e inconvenientes, sino de examinar el estado de la cuestión del abandono de la energía nuclear y su sustitución por fuentes renovables.

Actualmente hay 437 centrales nucleares produciendo energía en el mundo. Hay previsión de construir otras 503 en 38 países que engloban en torno a 5.000 millones de personas, aproximadamente el 65% de la población mundial. De ellas, 59 ya están en construcción, y 103 ya están planificadas o en fase de proyecto. Las 341 centrales restantes se hallan en proceso de elección del emplazamiento definitivo o del suministrador de la tecnología del reactor.

Según el Statista Research Department, en 2019 aproximadamente el 10,5% de la electricidad que se produjo en el mundo procedía de fuentes nucleares; en España, la proporción es del 20%. En la economía mundial, cada dólar de producto interior bruto ha requerido 0,3 dólares de electricidad. Se prevé que el ritmo de consumo será creciente y que las fuentes renovables podrán en el futuro satisfacer la demanda. Pero, hasta que lo hagan, ¿cómo se hará la transición energética? Ahí es donde radica uno de los problemas fundamentales.

Asegurar el suministro eléctrico

Recientemente, la Real Academia de Ingeniería de España celebró unas jornadas tituladas “El papel de la energía nuclear en la transición energética española”, a la que se invitó a gran parte de los agentes involucrados en esa transición. Las entidades participantes en las mesas redondas estaban a favor de reconsiderar el PNIEC. Entre ellas se encontraban el CIEMAT (investigación), Enresa (gestión de residuos y desmantelamiento de instalaciones), el Consejo de Seguridad Nuclear, la Sociedad Nuclear Española, Enusa (producción de combustible nuclear), Endesa o el Foro Nuclear. Se invitó a otros actores en contra de las nucleares, como asociaciones ecologistas, pero todos ―incluido el propio gobierno― declinaron la invitación a participar en las jornadas o no acusaron recibo de la invitación, dijo el presidente de la Academia.

Según los ponentes, se prevé que el parón nuclear generará problemas de suministro en los próximos años, y por eso se plantea prolongar la vida de algunos reactores, lo que es incompatible con el PNIEC actual. Parece que este plan no se está cumpliendo, pero algunos de los reactores nucleares españoles, que deben pararse según el calendario previsto (cuatro antes de 2030 y tres más antes de 2035), necesitan que el gobierno tome decisiones, pendientes aún, sobre una posible moratoria, para no interrumpir el servicio de producción eléctrica. No se espera que lo haga en un período preelectoral como el presente.

Para que un reactor pueda prolongar su funcionamiento es necesario prever su combustible, su gestión de residuos y, en general, toda su operación con varios años de antelación, decisiones que tampoco se están afrontando, por lo que las paradas son ineludibles y los problemas que se siguen de ellas, también. Si se decidiera, como han hecho Francia o Bélgica, incrementar el parque nuclear, España tendría déficit de profesionales, puesto que los actuales se hallan próximos a la edad de la jubilación, y las escuelas de ingeniería no son capaces de suministrar el reemplazo de este personal altamente especializado. La construcción de una central nuclear tampoco es inmediata. Actualmente solo se están construyendo en el mundo el 10% de las centrales nucleares necesarias para mantener el consumo mundial previsto para 2050. Se plantea, pues, el siguiente problema: ¿cómo se va a alcanzar ese nivel de producción eléctrica si se desmantelan las centrales actualmente en operación?

Descarbonización parcial

Solo en producción eléctrica, en España, se han reducido las emisiones de CO2 en un 50%. Hoy, la producción eléctrica aporta en España el 15% de las emisiones, muy por detrás del 30% del sector transporte y del 20% de la industria. Por tanto, descarbonizar la electricidad no resuelve el problema del cambio climático, aunque obviamente lo mejoraría. Cerrar las nucleares no contribuye a la descarbonización si son sustituidas por centrales de ciclo combinado alimentadas por gas.

En Europa no hay una idea clara y mucho menos unitaria sobre la cuestión. Algunos países, entre ellos España, optan por el cierre total, mientras que otros como Francia han decidido apostar por lo nuclear de forma mayoritaria. Alemania ha abogado por cerrar todas las nucleares, pero sustituyéndolas por el gas, por lo que no cumplirá con los objetivos de descarbonización, por mucho que la UE haya declarado el gas como combustible limpio por las presiones alemanas.

España no tiene todavía capacidad de procesar los residuos que generará el desmantelamiento de las centrales nucleares

Se hace evidente que cada país baila al ritmo de sus intereses particulares, haciendo de la economía y la ideología sus compañeras de danza. Las energías renovables son limpias, aunque no exentas de residuos –eso sí: de mucho menor riesgo–, pero están afectadas por la batalla ideológica. El autoconsumo eléctrico o el uso de baterías en el coche eléctrico se presentan como avances significativos en el cuidado del ecosistema, y en gran medida así es. Pero se oculta que en ellos no todo está resuelto: en la fabricación de sus componentes se utilizan tierras raras y metales que en gran medida proceden de minas en países donde es más asequible contaminar. Con frecuencia, los residuos que se producen en los países consumidores se devuelven a países pobres que reciben una contraprestación por acogerlos en su territorio. No deja de ser una hipocresía.

Las limitaciones de las renovables

Entre la opinión pública se han potenciado las energías renovables, que pueden aportar energía limpia, a bajo coste y con una mucho más fácil gestión de residuos. El problema es que son dependientes del tiempo climático, a diferencia de la mayor parte del consumo que es más o menos regular. Como no producen según la necesidad, parte de la energía eólica y solar se desperdicia por no poder ser consumida. Sin embargo, cuando se necesitan, muchas veces no están disponibles, por la ausencia de sol o de viento. La solución estaría en poder almacenar esta energía para un consumo posterior y, de hecho, hay mucha investigación en almacenamiento energético de gran volumen, pero estamos muy lejos de poder disponer de almacenes con el nivel suficiente como para prescindir de las centrales de ciclo combinado y de las nucleares.

Por otra parte, sustituir una central nuclear por energías renovable no es tan fácil. Ignacio Araluce, presidente actual del Foro Nuclear y que fue director de la central de Almaraz durante trece años, afirmaba con un ejemplo que Almaraz produce 2,1 gigavatios durante 8.000 horas al año. Generar esta misma electricidad con energía solar significaría que la potencia instalada debería ascender a unos 11 gigavatios, ya que un huerto solar solo produce durante unas 1.000 horas al año. Siendo así, ¿qué inmensa superficie tendría que tener un huerto solar que pudiera sustituir a Almaraz? Depende de la tecnología y de la latitud en que estuviera la instalación, pero estaría entre las 40.000 y 50.000 hectáreas, unas tres cuartas partes de la superficie de la isla de Ibiza. Con cifras semejantes, ¿qué podríamos hacer para poder encender el aire acondicionado en una noche tropical de verano? ¿Estamos dispuestos a relajar el propio nivel de vida?

Por otra parte, la ingeniería electrónica actual no está suficientemente desarrollada para realizar el control de potencia de grandes estaciones aerogeneradoras y huertos solares, de modo que todos los puntos de generación estén sincronizados con la red de consumo, algo estrictamente necesario para su distribución segura. Esto está resuelto en las grandes centrales, pero no en las renovables, precisamente por sus características técnicas.

En cuanto al plan de desmantelamiento propuesto por el PGRR del PNIEC, Enresa, encargada de hacerlo, afirma que le será imposible cumplir el plan previsto, puesto que tiene actualmente una capacidad de proceso de 10 contenedores de residuos anuales y deberían pasar a 25. Los crecimientos y decrecimientos en nuclear son de largo recorrido en el calendario y no se pueden improvisar. Esto no es inmediato, pero tampoco se toman decisiones, por lo que el plan se hace inviable. En España el almacén geológico profundo está previsto para 2073. En este escenario las políticas cortoplacistas a las que ya nos hemos acostumbrado no solo son ineficaces, sino que resultan inútiles cuando no contraproducentes.

Hace falta un plan para la transición

Parece, entonces, que el proyecto legítimo de parar las centrales nucleares no tiene cabida sin otro proyecto de similar o mayor importancia sobre cómo realizar la transición energética que cuente con los profesionales del sector y que no solo se alimente de la disputa política. Sobre todo, si se desea no paralizar el progreso y cuidar la ecología del planeta, teniendo en cuenta que gran parte de las decisiones nucleares tienen un ámbito mundial más que local: podemos decidir prescindir de lo nuclear en territorio español, pero están y muy abundantes al norte de los Pirineos. Por cierto, energía eléctrica que compra España sin que parezca importar que tenga origen nuclear.

Se evidencia un problema con la descarbonización, otro con la gestión de residuos –más complicado y caro en el caso de los de origen nuclear– y otro más para proporcionar la continuidad estable en el consumo. Pero se hace incuestionable que la transición energética, sea en la dirección que sea, con o sin el cierre de las nucleares, exige un plan de trabajo que parece haber sido colonizado por la ideología política, el ecologismo beligerante o las empresas que explotan los nuevos materiales, a veces lejanas de una verdadera ecología del hombre aun con sanas intenciones en muchos casos. La energía nuclear de fusión no llegará, con suerte, antes de final de este siglo o principios del que viene. A la espera de ella, si la dificultad planteada por la transición energética no se resuelve a tiempo, estaremos legando un grave aprieto a la siguiente generación. Parece como si quisiéramos vivir en el siglo XXII antes de aventurar el XXI.

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