La Iglesia en EE.UU., con los “dreamers”

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Cuando el huracán Harvey azotó el estado norteamericano de Texas a finales de agosto, una chica de origen mexicano, Lucía Guerrero, se pasó todo el tiempo trabajando en una clínica en la que se desempeña como técnica en diálisis. Según narra la revista People, gracias a la entrega de la joven profesional, muchos pacientes de otros centros de salud que a esas horas estaban inundados, pudieron recibir la atención vital.

Si Lucía no hubiera estado allí en esa hora de emergencias, sino en su natal Monterrey, de donde la sacaron sus padres en el año 2001 para darle un futuro alejado del narcotráfico y la violencia, los pacientes que acudieron en medio del huracán al Fresnius Kidney Care quizás hubieran encontrado a otra persona en su puesto. O a ninguna. Pero estaba Lucía, una joven indocumentada que, a sus 26 años, ha vivido más tiempo en el país norteño que en la tierra que la vio nacer.

Un proyecto de ley bipartidista, introducido en el Senado en julio pasado, pretende regularizar la situación de los jóvenes indocumentados

Lucía es una de los casi 800.000 jóvenes indocumentados a los que una directiva del presidente Barack Obama, la denominada DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, de 2012), protegió de la deportación, hasta que congresistas republicanos y demócratas se pusieran de acuerdo –lo que aún no han hecho– respecto a un proyecto de Ley para el Desarrollo, Auxilio y Educación de los Menores Extranjeros o DREAM Act, siglas que aluden al nombre por el que estos jóvenes son conocidos: los dreamers. (soñadores).

Bajo la solución temporal de la DACA, los que entraron a EE.UU. antes de cumplir 16 años y el 15 de junio de 2012 estuvieran presentes en el país, que además hubieran completado al menos de la escuela secundaria y no hubieran cometido delitos, podían quedarse en el territorio estadounidense, con una autorización de empleo temporal y sin temor a ser deportados. Pero sin estatus legal ni beneficios sociales.

Una directiva presidencial, sin embargo, puede volverse polvo en el viento en cuanto hay mudanza en la Casa Blanca. Y así ha ocurrido. La semana pasada, Donald Trump, por boca del fiscal general Jeff Sessions, anunció que la revocaría y dio a los legisladores un plazo de seis meses para presentarle una ley que sustituya la orden. El presidente ha llegado a un principio de acuerdo con los demócratas para que se abra a los dreamers una vía para legalizar su situación a cambio de reforzar la vigilancia de la frontera (aunque no necesariamente con el muro que quiere Trump). En todo caso, Trump está decidido a acabar con la tolerancia instaurada por la DACA, con la que –en palabras de Sessions– se ha “negado empleos a cientos de miles de estadounidenses para entregárselos a extranjeros ilegales”.

Lo contrario de la reintegración familiar

Lo curioso es que si se escucha a algunos de estos chicos y chicas que han crecido en EE.UU., se advertirá lo poco “extranjeros” que son. Pero sobre ellos pesa la amenaza de ser deportados a un país que teóricamente es el suyo y quedar separados de sus familias. Justo lo que el Papa Francisco, en el vuelo de regreso a Roma desde Bogotá, señalaba a los periodistas que le acompañaban: si Trump, decía, “es un buen provida, entenderá que la familia es la cuna de la vida y que él tiene que defender la unidad [de la familia]”.

Lo mismo sostiene la Iglesia estadounidense. El 5 de septiembre, tras el anuncio del gobierno, la Conferencia Episcopal (USCCB) hizo pública una declaración en la que tildaba de “reprensible” la cancelación del DACA, pues “les causa a los jóvenes y a sus familias un miedo innecesario”.

“La Iglesia Católica está muy preocupada por el bienestar de los jóvenes acogidos al DACA y por la posibilidad de que sean deportados”

Los obispos norteamericanos recuerdan que todos esos chicos entraron a EE.UU. siendo menores de edad y que por lo general tienen a ese país como su única patria. “La Iglesia católica ha observado por mucho tiempo con admiración cómo los jóvenes DACA llevan adelante su vida cotidiana con determinación y cómo contribuyen a la sociedad: trabajando y cooperando económicamente con sus familias, sirviendo en el ejército, recibiendo educación. Ahora, tras meses de temor y angustia, estos valerosos jóvenes enfrentan la deportación”.

En su texto, los pastores aluden al pasaje evangélico en que Jesús llama a todos a recibir a los niños, porque quien lo hace “no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado” (Mc. 9:37). “Hoy, nuestro país ha respondido lo contrario de lo que la Escritura nos llama a responder”, señalan, y precisan que la decisión muestra una ausencia de misericordia y de buena voluntad, así como una visión miope del futuro.

A los cientos de miles que pueden resultar afectados, un mensaje: “Ustedes son hijos de Dios y bienvenidos en la Iglesia Católica”, que “los apoyará y abogará por ustedes”.

Una solución que proteja a los jóvenes

¿Cómo sería ese apoyo de la Iglesia a los dreamers? Ashley Feasley, asesor del Servicio de Inmigrantes y Refugiados de la USCCB, responde brevemente a Aceprensa unas interrogantes sobre la nueva coyuntura.

¿Por qué la Casa Blanca toma esta decisión en este preciso momento?

— La Administración ha declarado que estaba dando respuesta a una carta enviada en junio por los fiscales generales de 10 estados, que le pedían el fin del programa DACA. Sin embargo, no tenía que poner fin al programa en este momento.

Obispos de EE.UU.: Cancelar el DACA es “reprensible” y “les causa a los jóvenes y a sus familias un miedo innecesario”.

¿Qué tipo de respaldo pudiera ofrecerles la Iglesia a estos jóvenes que se enfrentan al riesgo de la deportación?

– La Iglesia católica está muy preocupada por el bienestar de los jóvenes acogidos al DACA y por la posibilidad de que sean deportados. Los obispos les están ofreciendo un gran apoyo y acompañamiento espiritual en este momento, y también asesoramiento legal práctico sobre temas de inmigración y asistencia a través de la red de Cáritas. Un elemento importante es que los obispos están trabajando en esto mientras abogan por que el asunto se arregle mediante una regulación permanente en el Congreso.

¿Cuál es su pronóstico en este tema: está el Congreso en disposición de llegar finalmente a un arreglo que resulte favorable para los jóvenes?

Los obispos quieren una solución legislativa que proteja a esos jóvenes. Esto es urgente, pues el Congreso no tiene mucho tiempo para actuar. Los pastores de la Iglesia creen que el legislativo aprecia la importancia de este asunto y ruegan para que nuestros representantes actúen de modo expedito. En ese proceso, la Iglesia católica trabajará para ayudar a encontrar una solución en el Congreso y para asegurar que los beneficiados por el DACA queden protegidos.

El tiempo apremia

Que los legisladores no tienen mucho tiempo es algo cierto y preocupante. Según explicaba Bloomberg el 4 de septiembre, el Congreso tenía bastantes quehaceres este mes, entre ellos aprobar la ley de financiación del gobierno, elevar la capacidad de endeudamiento del país e incrementar el monto de la ayuda para los damnificados por el huracán Harvey (aún no habían llegado los vientos y la devastación de Irma), así como poner en marcha, antes del día 30, un mecanismo en el Senado que les permita evadir el filibusterismo demócrata y modificar o derogar la ley sanitaria de Obama.

Según Jeff Sessions, en virtud del DACA se han “negado empleos a cientos de miles de estadounidenses para entregárselos a extranjeros ilegales”

De todos modos, ya hay un proyecto dando vueltas en el Senado, el S.1615, introducido por el republicano Lindsey Graham y copatrocinado por tres correligionarios suyos y seis demócratas. En síntesis, la ley propuesta daría protección a ciertos extranjeros “deportables” si estos eran menores de 18 años cuando entraron a EE.UU., si han estado 4 años de modo continuado en el país en el momento de ponerse la ley en vigor, si están cursando estudios o tienen ya un diploma que los acredite, etc. Lo interesante es que este proyecto de ley fue presentado en el Senado el 20 de julio, y según el Catholic News Service, Trump ha dicho que no lo firmaría, por lo que suena extraño el pase de pelota que le ha hecho al Congreso en un tuit: “Estén listos para hacer su trabajo- ¡DACA!”.

Son seis meses. Al final, ya se verá quién quiere sacar (o no) el bolígrafo del tintero.

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