Según se veía venir, la Conferencia de la ONU sobre el racismo ha tenido un signo tan polémico como la que se celebró en 2001 en la ciudad de Durbán (Sudáfrica). Sin embargo, y aunque ante el discurso del presidente iraní los representantes de la Unión Europea abandonaron la sala, el embajador español ante la ONU, Javier Garrigues, ha precisado que el gesto no significa que la UE se retire de la Conferencia, cuya clausura será el próximo 24 de abril.
Los propios medios de Irán se han dividido a la hora de valorar las palabras de Ahmadineyad. Mientras que los periódicos conservadores amanecieron este martes alabando la intervención del gobernante, otras publicaciones de tendencia reformista, como el diario Etemaad, ponían el acento sobre el escándalo que originó.
Entre los coletazos de la polémica ha sido especialmente llamativa la decisión de Israel de llamar a consulta a su embajador en Suiza, como señal de protesta por la entrevista que Ahmanideyad sostuvo en Ginebra, el domingo por la tarde, con el presidente de la Confederación Helvética, Hans-Rudolf Merz. Paralelamente, la responsable de la embajada suiza en Tel Aviv, Monika Schmutz-Kirgoz, fue convocada por el Ministerio de Exteriores israelí para hacerle saber de la queja.
El documento de la Conferencia
El disenso sobre el texto que debe aprobar la Conferencia condujo finalmente a que Estados Unidos, Israel, Alemania, Italia, Australia, Canadá y Nueva Zelanda decidieran no asistir a la reunión. Por su parte Reino Unido, Francia y la República Checa, aunque asisten, han limitado su representación a la de sus embajadores regulares ante las instituciones que la ONU tiene en Ginebra, donde ha sido convocada la Conferencia.
El documento, que esta vez no menciona a israelíes ni a palestinos, declara sin embargo en su parte introductoria que se “reafirma” la declaración suscrita en la conferencia de 2001 en Sudáfrica. Un texto en el que se decía: “Nos preocupa la difícil situación del pueblo palestino, que está bajo ocupación extranjera”. Frente a estas palabras, la protesta de Estados Unidos, de Israel y de sus aliados consideró entonces que la acusación contra el Estado judío no quedaba disimulada ni siquiera por el respeto, consagrado también en la declaración, al “derecho de todos los países de la región, incluido Israel, a garantizar su seguridad”.
Otro asunto es que, aunque para el nuevo texto no se incluyó lo relativo a la “difamación de la religión” -una iniciativa de los países árabes ante la cual los occidentales veían comprometida la libertad de expresión-, el documento sí se refiere a “los estereotipos despectivos y los estigmas contra personas basados en su religión”. Sin embargo la frase no está sólo referida al islam, pues el documento critica toda forma de intolerancia religiosa incluyendo la «islamofobia, el antisemitismo, la cristianofobia y el sentimiento antiárabe».
La Santa Sede participa
El pasado domingo, Benedicto XVI aludió en Castelgandolfo a la Conferencia: «Se trata -dijo- de una iniciativa importante porque aún hoy, a pesar de las enseñanzas de la historia, se registran estos fenómenos deplorables”. El Papa pidió que “los Delegados presentes en la Conferencia de Ginebra trabajen juntos, con espíritu de diálogo y de acogida recíproca, para poner fin a toda forma de racismo, discriminación e intolerancia, marcando así un paso fundamental hacia la afirmación del valor universal de la dignidad del ser humano y de sus derechos, en un horizonte de respeto y de justicia para toda persona y pueblo.”
Algunos rabinos -entre ellos el rabino jefe de Roma- han formulado críticas contra la participación de la Santa Sede en la Conferencia. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, señaló que “la gran mayoría de los países del mundo participan en ella. El hecho de que no asistan algunos países importantes no significa que la Santa Sede no pueda tener allí un diálogo positivo y constructivo”
También hizo notar que el texto enmendado de la Conferencia “es en sí mismo aceptable, pues los principales elementos que despertaron objeciones se han eliminado”.