Nubes, luz, cielo y tierra con trazo impresionista

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impresionismo
Ferdinand Hart Nibbrig, En las dunas de Zandvoort, 1892 (Museum Singer Laren​)

Ferdinand Hart Nibbrig, “En las dunas de Zandvoort”, 1892 (Museo Singer, Laren)

 

Cuando se habla de impresionismo, es lógico pensar primeramente en el francés –el nombre del estilo se deriva precisamente del cuadro Impression – soleil levant (1872) de Claude Monet, y se podría mencionar una larga lista de principales pintores impresionistas franceses–, pero el movimiento se extendió también a otros países. Así, por ejemplo, en España se suele calificar de pintores impresionistas a Joaquín Sorolla (1863-1923) y sobre todo a Darío de Regoyos (1857-1913).

En el Museo Barberini de Potsdam, la ciudad vecina de Berlín, se puede ver una exposición sobre el impresionismo en Holanda: Wolken und Licht. Impressionismus in Holland (“Nubes y luz. Impresionismo en Holanda”), montada en colaboración con el Museo de Arte de La Haya, que estará abierta hasta el 22 de octubre. Se trata de la primera exposición que se ocupa exclusivamente de esta variante del impresionismo.

En el recorrido para la prensa, el comisario de la exposición, Michael Philipp, cita a Willem Maris (1844-1910), uno de los principales exponentes de la denominada Escuela de La Haya, ante su obra Terneros en el abrevadero (1863): “Yo no pinto vacas; yo pinto luz”. El interés por la luz, por los efectos de la luz, es uno de los elementos recurrentes de la pintura neerlandesa.

En el catálogo de la exposición, Frouke van Dijke, especialista en arte del siglo XIX en el Museo de Arte de La Haya, ofrece una sencilla, pero convincente, explicación: “El paisaje holandés carece de cualquier forma de dramatismo. No hay montañas ni cascadas, y el último bosque que rompía la línea del horizonte fue talado hacia 1870. Lo que queda es tierra llana hasta donde alcanza la vista, por lo que el cielo abierto atrae toda la atención”.

Jan Hendrik Weissenbruch, “Vista de tres molinos”, 1890 (Stedelijk Museum Amsterdam)

No es de extrañar que en buena parte de las 110 obras de 39 artistas que pueden observarse en la exposición –procedentes en su práctica totalidad de museos neerlandeses como el Rijksmuseum, el Museo de Arte de Ámsterdam y también de los de La Haya, Rotterdam, Enschede, Leiden, Otterlo y Utrecht–, y entre ellas cuatro de Van Gogh y varias de Piet Mondrian, el cielo ocupe dos tercios de la superficie del cuadro y que la luz del sol o de la luna se refleje en el agua, por ejemplo, de los numerosos canales que surcan los Países Bajos.

Plasmar la atmósfera

Una de las características de esta nueva pintura impresionista holandesa es que ya no se centra en una narración (religiosa, en su mayoría) como hasta ahora, sino que busca plasmar la atmósfera y también un estado de ánimo en el paisaje, a través de la luz, de los efectos de luces y sombras. La pintura paisajística tiene su origen precisamente en los Países Bajos: desde el siglo XVII, las nubes, las olas y las playas forman parte del arte neerlandés. Los impresionistas franceses conocían y estimaban la pintura paisajística neerlandesa: no sólo Gustave Coubert, en la década de 1840; también Claude Monet vivió en 1871 durante cuatro meses en Holanda, lo que proporcionó a sus primeras obras un colorido inusualmente intenso.

Y viceversa: pintores holandeses conocieron las obras de los artistas de Barbizon, en sus viajes a Francia o también en la colección del pintor Hendrik Willem Mesdag en La Haya. Surge así la ya mencionada Escuela de La Haya.

En la exposición pueden verse obras de Willem Roelofs, Anton Mauve o Jacob Maris que, a partir de la década de 1840, plasman –como los impresionistas franceses en Fontainebleau– la luz a través de los árboles en el bosque de Oosterbeek, cercano a Arnhem, donde se estableció una colonia de artistas. Sus obras se caracterizan por tonos grises plenos de luz, con los que reproducen nubes cargadas de lluvia sobre el paisaje de los prados. Estas obras ocupan la primera sección de la exposición: “Luz y sombras bajo árboles. Pintar en la naturaleza”.

Anton Mauve, “Paseo matutino por la playa”, 1876 (Rijksmuseum Amsterdam)

De este primer periodo marcado por la Escuela de La Haya forman parte también las secciones segunda (“Cielos amplios sobre praderas llanas. La particularidad del paisaje”) y tercera (“Barcos ante un horizonte bajo. Motivos de la costa”): se trata sobre todo de panoramas con un horizonte bajo, con las características praderas y vacas y los famosos molinos, así como las obras realizadas en Scheveningen –un pueblo pesquero cercano a La Haya–, de pequeño tamaño en la mayoría de los casos; al margen de las puestas de sol predomina el color gris.

Escenas urbanas

A los pintores de la Escuela de La Haya les siguió en un segundo periodo, en la década de 1880, el impresionismo de Ámsterdam. Al igual que los impresionistas franceses, también los neerlandeses descubren la ciudad con su vida moderna, la luz eléctrica, los cafés y las calles para pasear, que reflejan con pinceladas rápidas y planificando escenas.

George Hendrik Breitner, “El puente sobre el Singel en la Paleisstraat” (Amsterdam), 1898 (Rijksmuseum Amsterdam)

Artistas como George Hendrik Breitner e Isaac Israels conocen las obras de Monet, Renoir o Caillebotte en exposiciones parisinas y buscan motivos del progreso técnico y el cambio social en su propio entorno. La exposición les dedica las secciones “Energía de la modernidad. La imagen de la ciudad” y “Tiempo libre a orillas del mar. Imágenes de playas”: como los habitantes de la ciudad descubren la playa y el mar para pasar el tiempo libre, también los artistas de Ámsterdam plasman este mundo, centrándose en las personas y dejando el cielo y el mar para el fondo.

La siguiente generación, a partir de 1890, se inspira en el puntillismo francés y belga; para su estilo, sobre todo a partir de 1905, se emplea el término “luminismo”, que la exposición recoge en la sección “Efectos calculados de luz. La fase del puntillismo”. La paleta de colores marrones-grises apagados de la Escuela de La Haya, que también había empleado el impresionismo de Ámsterdam, deja paso ahora a una técnica que compone las obras con puntos de colores sin mezclar, lo cual introduce una intensidad de color hasta entonces desconocida en la pintura neerlandesa. Más que el tema en sí, lo que interesa es subrayar la luz y el color, como puede apreciarse también en las obras de Vincent van Gogh y Piet Mondrian que presenta la exposición.

Piet Mondrian, “Casa al sol”, 1909 (Museo Municipal de La Haya)

Exceptuando estos últimos artistas, la mayoría de los autores que presenta la exposición son poco conocidos fuera de sus fronteras, incluso aquellos a los que en los Países Bajos se han dedicado grandes retrospectivas, como Jacoba van Heermskerck, Johan Barthold Jongkind, Jan Toorop o Jan Sluijters. Ahí radican la originalidad y el carácter único de esta muestra en el Museo Barberini de Potsdam.

Jan Toorop, “Trio Fleuri”, 1885 (Museo Municipal de La Haya)

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