El avance de los populismos de izquierdas y derechas puede encuadrarse dentro de un fenómeno más amplio: la crisis de representación, por la que cada vez más ciudadanos se sienten desconectados de sus representantes públicos. Pero la falta de sintonía no solo es política: también afecta a las élites culturales, a las que se reprocha su incapacidad para interpretar los motivos de fondo del descontento social.
En un momento de inflación populista, la tentación es despachar etiquetas sin dar razones.
La denuncia de la corrección política se ha convertido en un tema estrella en EE.UU., pero ni Trump ni la alt-right son sus mejores exponentes.
El choque de visiones entre Iglesias y Errejón sugiere que no es fácil aspirar a monopolizar la voluntad popular y, a la vez, casarla con los objetivos del partido.
La revuelta contra las élites da que pensar sobre el peso de las emociones en la política.